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'Plash, plahs', golpe tras golpe sonaba en la finca de los herreros, a la cazadora le gustaba ver el rojo vivo del metal mientras se le daba forma para llenarlo de pureza.
Un trabajo bastante duro, con mucha dedicación y entusiasmo. Le recordaba un poco al expilar de la llama.
La noche parecía tranquila, los aldeanos siempre trabajando paseaban por las calles, pero poco sabían de lo que se avecina. Gritos empezaron a escucharse a lo lejos, pronto también se escucharon fuera de la casa, Ayame inmediatamente salió para saber qué pasaba.
No sabía si era por haber convivido con el rey de los demonios, pero no se sorprendió al ver grandes peces-demonios entrando en la villa. Otra razón es que con ella y Tanjiro en la villa, siempre se puede esperar un evento así, ella empezaba a creer que la suerte ya no estaba de su lado. Primero los dioses y ahora los demonios.
No tardó ni dos minutos cuando empezó a defender a los aldeanos, corte tras corte los peces gigantes se volvían cenizas, se dió cuenta que salían de un jarrón, el cual también cortó y acabo con el siguiente ataque. No tardó en darse cuenta que no era el único jarrón que debía eliminar, pues los peces salían por todas partes.
Apenas estaba ideando un plan, cuando nuevos cortes se escuchaban a lo lejos, Ayame se preparó para recibir al posible enemigo, sin embargo, un destello color rosa apareció en la zona, el pilar del amor llegaba hasta la cazadora destrozando todos los demonios a su paso, algo que impresionó mucho a la chica.
—Lamento mucho la tardanza—, dijo mientras salvaba al jefe de la aldea. Ayame lo había buscado, pero era tan pequeño que ni siquiera logró encontrarlo.
—Ayame-chan, ¿dónde están los demás?—, preguntó Mitsuri. La chica salió de su impresión con la pregunta.
—Ni idea, seguramente estaban en las habitaciones—, Ayame se alzó de hombros, pues su atención estaba en el charco de agua bajo sus pies, tratando de saber lo qué pasa.
—Hay dos demonios, uno está en las montañas y otro cerca de la aldea, creo que los chicos pelean contra él—, anunció de nuevo.
—Entendido, iré con los chicos y tú ocúpate del otro. ¡Suerte, Ayame-chan!—, gritó la pilar mientras se alejaba.
Ayame simplemente se despidió con su mano, había disfrutado de presenciar el trabajo de la pilar, era un estilo totalmente diferente a los que había visto. Sin más, se acercó al jefe y le pidió que sacará a la gente del lugar, ya que no era nada seguro.
El bosque era bastante grande y estaba oscuro, era difícil ver entre la niebla, pero eso no le impidió seguir, pues ahora contaba con la visión de los espíritus, la cual le conducía a través de un brillante hilo azul.
No tardó en encontrar a los peces gigantes, debía admitir que le daba un poco de asco ver cómo se producían, además de su aspecto, con esos dientes afilados y sus ojos desorbitados no era una imagen que le agradara.
