Capítulo 5: Despistada

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Me quedo observando a Erik perpleja, sin llegar a comprender del todo lo que me ha dicho.

—P-pero si esta tarde me has dicho que iba a venir —. Digo asimilando y con la esperanza de que me esté gastando una broma de mal gusto. Pero cuando me fijo bien en su expresión me doy cuenta de que está destrozado —. ¿Qué os ha pasado? —pregunto intentando mantener la calma porque sé que me va a tocar consolarlo.

—Me ha puesto los cuernos —contesta destrozado.

Eso sí que me sorprende, no me puede creer que le haya hecho eso.

—¿Y… cómo te has enterado? —pregunto sorprendida.

—Diego me ha mandado una foto de ella con otro chico —responde ahora con rabia en la voz.

—¿Y sabes quién era el otro chico? —digo todavía asimilándolo.

—No se le veía la cara al muy gilipollas —contesta entre enfadado y triste.

—Yo…lo siento mucho Erik —digo en modo de consuelo —Se os veía muy unidos.

Erik asiente con la cabeza y se levanta del sofá.

—Me voy a mi habitación, quiero estar solo —me dice.

Me destroza verlo así, y además creo que es la primera vez que lo veo de este modo. Me he acostumbrado al Erik feliz que va regalándole sonrisas a la vida y creo que va a tardar en volver.

Me siento en el sofá y justo antes de apoyar el culo llaman al timbre. Me pongo de pie —aunque no haya llegado a sentarme— y me dirijo a la puerta. Cuando la abro Aike está al otro lado.

—¿Q-qué haces aquí? —pregunto sorprendida por su visita.

—He venido a devolverte esto—saca algo de su bolsillo que resulta ser mi móvil—se te ha caído en mi coche.

Tanteo en los bolsillos de mis pantalones donde lo llevaba y, efectivamente, no está ahí.

—Gra-gracias —respondo tartamudeando y cojo mi móvil.

—De nada —me dice, se da media vuelta y se pierde por las escaleras. No me había dado cuenta de que mi corazón se había acelerado, pero en cuanto no hubo ni rastro de Aike éste se relaja.

Me quedo mirando mi móvil sin comprender como narices se me había caído del bolsillo y luego caigo en la cuenta de que son los mismos pantalones en los que llevaba las entradas del primer día que nos vimos. Y ahí todo en mi cabeza hace clic.

Me voy a mi habitación y me tiro en la cama a ver la vida pasar, sin saber qué más hacer. Desde mi cuarto se pueden escuchar los sollozos de Erik, pienso en ir a consolarle, pero no voy a verle porque me ha dicho que quiere estar solo.

Al cabo de unos minutos cojo mi móvil para mirar todas y cada una de las aplicaciones que hay en este, incluso las que no sabía que existían, pero en cuanto lo enciendo aparecen en la pantalla cinco llamadas perdidas de Eva.

Mierda, me va a matar.

¿Y si dejas de entrar en crisis y la llamas?

Sí tienes razón. Desbloqueo el teléfono y entro en la aplicación de llamadas, busco el contacto de Eva y le doy a llamar. Al tercer tono Eva responde.

—¿D-Daira? —pregunta y… ¿Está llorando?

—Sí, soy yo. ¿Qué pasa? ¿Estás bien? —respondo preocupada.

—¿Podemos vernos? —pregunta entre sollozos.

—Sí claro, ¿dónde?

—En la cafetería del otro día, por favor —. Y parece que poco a poco se va calmando.

El atardecer que nunca vimos (Borrador)  (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora