CΛPÍTULO 10

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—¡LISTOS PARA DESEMBARCAR! —vociferó uno de los remeros con voz ronca

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—¡LISTOS PARA DESEMBARCAR! —vociferó uno de los remeros con voz ronca.

Tras oír el estruendoso grito, Nikias salió de la bodega y corrió a lo largo de la cubierta hasta la popa. El joven se puso de puntillas, balanceando su torso en el aire y contempló el hervidero de vida que era El Pireo[1] en aquel momento. El puerto se extendía ante sus ojos, lleno de color y movimiento. Podía ver las casas que se apiñaban en la costa, los templos y monumentos que se alzaban majestuosos en las colinas, las lejanas murallas que protegían la ciudad de Atenas. El mar brillaba con el reflejo del sol, salpicado de barcos de todo tipo y tamaño: naves mercantes, pesqueras, de guerra…
Nikias admiraba la destreza de los marineros que maniobraban entre las olas, los gritos de los comerciantes que ofrecían sus productos, los aromas de las especias, los frutos, el pescado… Todo era un espectáculo para sus sentidos.

Un gemido de satisfacción salió de lo más profundo de su garganta al sentir cómo el olor salado de la brisa marina llenaba placenteramente sus fosas nasales y mecía su cabello ondulado.

—Estamos en casa… —susurró para sí con alegría.

Después, miró tras su espalda en busca de su hermano al que rápidamente halló recostado contra el mástil. Solo. Sin rastro de su fiel sirviente Nereus, que siempre le acompañaba allá a donde fuera.
Extrañado, Nikias inspeccionó la superficie del barco en busca de alguna señal de su paradero, sin éxito. Con pasos ligeros se encaminó en dirección a su hermano. Andreas, al verlo aproximarse, acomodó su postura.

—Hermano —lo saludó.

—Nikias.

—¿Dónde está Nereus? —preguntó—. Me había parecido verlo aquí afuera, contigo.

—Le he ordenado que fuera en busca de los vigilantes del almacén —respondió Andreas.

—Bien… —Imitando a su hermano, Nikias apoyó la espalda contra la madera. Durante largos minutos, los dos hombres se dedicaron a observar el trabajo de la tripulación en completo silencio. —¿Estás feliz? —dijo repentinamente.

Andreas lo miró con sorpresa.

—¿Qué clase de pregunta es esa?

—Hemos regresado a Atenas —comenzó a enumerar Nikias con entusiasmo—, estamos a punto de reencontrarnos con nuestra familia…

—Sí —concedió su hermano con una sonrisa.

—La temperatura es mucho más amena… —siguió diciendo él.

Andreas asintió con la cabeza.

—No me lo recuerdes —bufó—. Creo que el saber que hemos dejado atrás ese sol infernal es lo que más feliz me hace. —Automáticamente los ojos de Nikias se posaron en sus hombros enrojecidos—. Te juro por los dioses que si llego a pasar un día más en ese lugar me lanzo al mar y regreso a nado.

LA FORMA DEL VIENTO {En proceso}Where stories live. Discover now