Capítulo 4: Mi Casa, Tu Casa.

En başından başla
                                    

—Pues irme—me contesta como si fuera lo más obvio del mundo.

—Me refiero a por qué está aquí abajo y no arriba con Lucía.

—Ah, porque ya está la otra niñera con ella—dice de lo más tranquilo como si lo que acabara de decir no significara nada.

—¡¿Cómo que con la otra niñera!? —espeto —¡¿Y yo!?

—Tú vas a subir ahora —contesta como si no supiera la razón de mi enfado.

—¿Y porque tiene Lucía dos niñeras? —pregunto ya algo más calmada.

—Porque cuando una no puede venir viene la otra —. Contesta.

—¿Y por qué estamos hoy las dos? —pregunto perdiendo la paciencia por lo mucho que le cuesta comprender a este señor.

—Es fácil, se me olvido de que ya venías tú y llame a la otra. Así que hoy trabajáis juntas —y con eso da por terminada la conversación.

Se da media vuelta y me deja sin opción a respuesta por lo que llamo al telefonillo porque el muy imbécil no me ha abierto ni la puerta.

—¿Quién es? —pregunta una voz femenina al otro lado del telefonillo.

—Soy la otra niñera —respondo y me doy cuenta de que ha sonado fatal.

—Ah, claro pasa —. Y abre la puerta.

Entro y llamo al ascensor porque hoy no estoy de humor para subir escaleras, por muy pocas que sean. Cuando el ascensor llega me subo y pulso el botón del primero. En el momento que el ascensor abre las puertas salgo y voy a la puerta de la casa.

Llamo al timbre y al cabo de unos segundos la puerta se abre y da paso a una figura femenina. Es bastante alta —por los tacones que lleva —.

¿Quién viene con tacones a cuidar a una niña de cinco años?

Tiene el pelo rubio atado en un moño, los ojos marrones, la mandíbula recta y los labios finos. Va vestida con un vestido rojo de tirantes que le marca las curvas.

No me da buena espina la tía esta.

—Hola, me llamo Verónica, pero puedes llamarme Vero—dice con una sonrisa que no sé hasta qué punto será real.

—Yo soy Daira—respondo y le acerco la mano a modo de saludo.

—Perdona, pero no voy dándole la mano a desconocidos —me dice con una mueca de asco por lo que retiro la mano y le dedico una sonrisa de disculpa.

 Nos espera un rato muuuuuy largo.

Ya lo creo que sí.

Se aparta para dejarme paso y que pueda entrar a la casa. Y eso hago, entro, dejo el bolso y la chaqueta en el sofá mientras ella me observa concentrada.

—¿Vas así vestida a trabajar? —me pregunta señalando mi ropa y levantando las cejas.

—Sí, ¿algún problema?

—No, no, pero me refiero que vas como si fueras a hacer la compra.

—No tengo más ropa—y con eso zanjo el tema —¿dónde está Lucía? —pregunto mientras recorro la habitación con los ojos y no la veo.

—Ah, la niña está en su cuarto —dice poniendo los ojos en blanco demostrando que le importa una mierda lo que haga o deje de hacer Lucía.

—Gracias — la rodeo y voy a buscar a Lucía que, efectivamente, está en su cuarto jugando con sus muñecas.

El atardecer que nunca vimos (Borrador)  (En pausa) Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin