—Todo listo, señora —aseguró la mujer—. En este momento iré para que suban a rellenar la tina.

—Perfecto, muchas gracias Linda.

Cuando las dejaron a solas, Katherine soltó un suspiro y le murmuró a su madre:

—Linda ha engordado desde la última vez que estuve en Londres.

—Eso es porque fue madre hace dos meses, Katherine.

—Espero que le esté yendo bien con su bebé, creo que no hay nada más lindo que tener hijos, ¿no lo cree madre? —murmuró Katherine mientras ingresaba en su habitación y se apresuraba en juntar las cortinas, mientras murmuraba—: Llega demasiada luz.

Su madre las volvió a abrir y le señaló el vestidor.

—Ya sé lo que tengo que hacer, madre —dijo dando brincos la jovencita—. Por cierto, ¿puedo usar el vestido azul?

—Pero eso es mucho azul para una niña —murmuró su madre mientras pasaba los dedos por los muebles de la habitación y asentía con la cabeza, orgullosa de que todo estuviese en orden—. No, creo que es mejor que lleves uno rosado.

—Pero odio el rosado chillón.

—No es cierto, cariño, lo amas y no es chillón —ignoró su comentario la baronesa mientras saludaba a las doncellas cuando ingresó al baño y le indicaba a una que fuera a ayudar a su hija—. Creo que serán mejor las esencias de jazmín.

—Pero Charlie dice que parezco cerdo.

—Tu hermano no sabe lo que dice, cariño —murmuró su madre, quien salía del baño sosteniendo dos esencias—. Katherine, ¿cuál esencia te había irritado la piel?

—El de jazmín —respondió la niña quien frunció el ceño cuando observó el frasquito en la mano izquierda de su madre, el de jazmín; y en la derecha, uno de lavanda, y decidió preguntar—: Mamá, ¿no has comprado uno de margaritas?

— ¿Debería?

—Bueno, mi institutriz utiliza esencias de margaritas y una vez le quité su frasco para olerlo mejor —murmuró la niña, mientras hurgaba en su maletín personal y sacaba una pequeña botellita—. Me regañó por hacer algo que no debía, pero se percató que nada malo me ocurrió y se alegró de que no me enfermara luego de que dejé caer todo el contenido en mis manos.

—¿Por qué nunca supe de ello? —murmuró su madre mientras tomaba el pequeño frasquito.

—Porque la hubieras despedido —comentó Katherine, saliendo del vestidor en una bata—. Le supliqué que no lo comentara, no quería que me consiguieras otra institutriz —se detuvo en la entrada del baño—. Mamá, ¿es necesario tener a todas las doncellas de la casa en mi baño?

—Por supuesto, dos de ellas serán las que te asignaré una vez tengas tu debut —señaló a dos jóvenes que apenas pasaban los veinticinco años, y luego a dos que parecían estar sobre los treinta—. Ellas son mis doncellas, pero no está demás que aprendan cómo debes ser cuidada, eres muy enfermiza cariño.

La muchacha con una leve sonrisa saludó a las doncellas mientras sentía sus mejillas calientes cuando se quitó la bata y se sumergía en la bañera. Nunca sentía vergüenza a la hora de bañarse, pero no se sentía cómoda cuando su madre la exhibía a los sirvientes como una persona lo bastante enferma e incapaz de cuidarse por sí misma.

 Nunca sentía vergüenza a la hora de bañarse, pero no se sentía cómoda cuando su madre la exhibía a los sirvientes como una persona lo bastante enferma e incapaz de cuidarse por sí misma

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Un Amor Inesperado [#3]Where stories live. Discover now