Capítulo XI: Silencio ruidoso

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—Ups —fue lo que dijo el de Red Bull, seguido de un «je, je», para luego sentir sus labios, otra vez.

A los pocos segundos de nuevo sintió las manos de Sergio sobre su cintura y no pasó mucho, para que Sergio levantara su cuerpo, sentándolo sobre la mesa con la que había chocado hace un rato atrás.

Lewis puso sus manos detrás de la cabeza del contrario, acercándolo aún más a sí, para profundizar el beso, irrumpiendo la boca del mexicano con su lengua, la cual estaba sedienta de sentir la de Checo, para enlazarse con esta. Sintió que el hombre de Red Bull abrió un poco sus piernas, para poder acercarse aún más a él, pero apretó su muslo con un poco de fuerza, cosa que lo hizo jadear.

La temperatura en aquella habitación había subido considerablemente y el silencio que hasta hace un rato había habido, se suplantó por el sonido que sus labios hacían al unirse y por sus aceleradas respiraciones.
Las manos de Checo se dirigieron al borde de la camiseta que Hamilton vestía, subiéndola un poco, para permitirse sentir la calidez de la piel del moreno, quien estaba ardiendo en ese momento. Pérez contorneó la cintura del contrario con ambas manos sintiendo lo suave que era la piel de Hamilton y lo duro que era su abdomen, incluso pasó uno de sus dedos sobre sus marcadas abdominales.

El británico suspiró de manera sonora contra los labios de Checo, que parecían hambrientos. Hasta que se separó de él, para poder quitarse completamente la camiseta, la cual estaba empezando a ser un estorbo.

Sergio observó el torso de Lewis detenidamente, viendo los detalles de sus numerosos tatuajes, hasta que se acercó a estos, empezando a besarlos lentamente, mientras sentía que las manos del hombre que tenía en frente, tocaban delicadamente su cabello y esto era acompañado de los jadeos que Lewis emitía por el contacto a su piel.

Cuando recorrió todos los tatuajes, el mexicano levantó la mirada, fijándola en el café brillante de los ojos del moreno, quien lo observaba.

— ¿Qué pasa? —preguntó Lewis, remarcando su acento más que de costumbre.

Los ojos de Sergio eran dos esferas brillantes que no se despegaban del británico, que miraban al hombre como si fuera una de las siete maravillas del mundo. Checo sintió que su corazón se desvaneció al ver cómo lucía Lewis, su piel perlada debido al sudor, sus ojos brillando a más no poder y la forma de su cuerpo.

—Es que eres realmente guapo, Sir Lewis Hamilton y no puedo hacer nada más que contemplarte en este momento —contestó el mexicano, mordiendo delicadamente su labio inferior —. Nunca había tenido una vista así de buena.

Una sonrisa apareció en el rostro del contrario, haciendo que sus ojos se achicaran. De un salto, Lewis se bajó de la mesa y tomó a Sergio de la mano, obligándolo a caminar, hasta que llegaron a la enorme cama, el británico lo empujó haciéndolo recostarse sobre esta y en cuestión de segundos, estuvo sobre él, a horcajadas, sosteniendo sus dos manos con fuerza.

Hamilton se acercó al rostro del mexicano, prácticamente rozando sus labios con los de él.

— ¿Puedes recordarme por qué tardamos tanto en estar de esta manera? —preguntó, casi en un susurro, tentando los labios de Sergio, los cuales se morían por besarlo.

—Porque tú me odiabas.

Lewis se rio.

—Nunca te odié, solo no me caías tan bien que digamos.

—No hacías nada por cambiarlo ni para conocerme tampoco —contestó el de Red Bull, tratando de buscar los labios del piloto de Mercedes.

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