Charmion era una mujer a la que los dioses parecían haberle sonreído, otorgándole una vida perfecta llena de comodidades y alejada de la maldad del mundo. O, al menos, eso era lo que los habitantes de Hélade[1] creían al verla pasear por las calles con su vestido blanco, sus joyas de oro y su semblante radiante, ignorando que tras esa fachada se ocultaba una realidad muy distinta. No obstante, hubo un tiempo en que la joven también se dejó engañar por esa ilusión y pensó que poseía la gracia de los inmortales.
Nacida en el seno de una familia acomodada de Tebas[2], la muchacha de ojos melados y sonrisa dulce había sido educada desde temprana edad para convertirse en lo que se suponía que estaba destinada a ser: una criatura callada, recatada, amorosa y obediente.
Pese a las lecciones estrictas que se había visto obligada a soportar, Charmion creció envuelta en el cariño inconmensurable de sus padres Alexios y Kallistrate quienes, al ser ella su única descendiente, consentían sus caprichos tanto como les era posible: si deseaba comer dulces lo hacía hasta hartarse, si le apetecía tejer una manta con hilos púrpuras[3] removían cielo y tierra para dárselos y si se le antojaba viajar al reino de los sueños escuchando un relato de amor y batallas, usaban todo su ingenio para crear una leyenda tan sublime y cautivadora que podría rivalizar sin problemas con la bella y trágica historia de Helena y Paris[4]. Y no era de extrañar que la joven, tras recibir estas atenciones durante más de dieciséis años, terminara forjando una personalidad un tanto infantil y soñadora que la impulsaba a dejarse llevar con facilidad por sus impulsos y los que las personas a su alrededor le originaban.Muchos tildaban esta actitud de extravagante e incorrecta, pero aquellos que conocían a la pequeña familia sabían de sobra que el motivo que se escondía tras tales acciones no era otro que el temor a que la joven dama pereciera antes que sus progenitores.
Lo cierto era que Charmion había nacido sin apenas un hálito de vida y las primeras semanas después de su llegada fueron un tormento a causa de las fiebres que la asaltaron nada más romper en llanto por primera vez. Padre y madre estuvieron con el corazón encogido día y noche, siendo incapaces de comer o conciliar el sueño. Para alivio y suerte de ambos, tras casi un mes de constantes súplicas y sacrificios en honor de Asclepio[5], este finalmente les brindó su ayuda y sanó la enfermedad. No obstante, y pese a la cura divina, la salud de Charmion quedó resentida de por vida, reflejándose su perpetuo estado de fragilidad en episodios espontáneos de fatigas y mareos. Cuando estos aparecían, el matrimonio se asustaba y agitaba y ella, sintiéndose atormentada por algo que escapaba a su voluntad, se propuso compensar su sufrimiento convirtiéndose en una hija ejemplar.
Por ello, cuando sus padres se sentaron junto a ella con el rostro serio varias tardes después de su decimoséptimo cumpleaños, la chica ya sabía cuál sería su respuesta fueran cuales fueran sus palabras:—Vas a casarte, Charmion —anunció su madre.
—¿Casarme? —repitió ella con incredulidad.
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LA FORMA DEL VIENTO {En proceso}
Romance«... el conductor, con un chasquido de su fusta, puso en marcha el carromato que avanzó lentamente entre el gentío hacia la prisión de barrotes de aire que sería su nuevo hogar...». Tras ser arrancada con crueldad de los brazos de su familia y vend...