Cloted Cream siempre se ha sentido atraído en cierta medida a aquel mundillo del maquillaje. Admiraba ver como los rostros de las damas se encendían y parecían cobrar más vida con aquella cantidad de productos que solamente conocía por forma. Sin em...
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Clotted cream observó desde su lugar en la cama a la elegante figura de Affogato alistándose una vez más para salir hacia el mundo exterior, dar la cara por las brillantes calles de la república hasta llegar a las favelas sucias y descoloridas de las ciudades bajas.
Era extraño y divertido a la vez observarlo mientras su cabeza llena de rizos de oro colgaba hacia abajo por la orilla de la cama, haciendo que su mundo entero quedara colgando de cabeza mientras él veía su alrededor embelesado por aquella atmosfera post orgásmica y de puro cariño que se daba después de que dos amantes acabaran de consumar su amor en una danza erótica donde ambos cuerpos buscaban descubrirse, disfrutarse mutuamente, quererse y como último premio, alcanzar el clímax. El cónsul amaba estos breves momentos de paz que le ofrecía su muy agitada y agotadora vida, ¿Y quién mejor que hacerlo que con su favorito, el antiguo consejero del rey Dark Cacao? El hombre era diestro con las palabras, moviéndose con suavidad en su mente como una víbora exótica que envolvía sus pensamientos, jugueteando con ellos como unas presas a las que estaba dispuesto a devorar. Mas al cónsul todo este arreglo de aquel tipo de elegancia que solamente existía en el reino Cacao, y sus movimientos sueltos, pero calculados junto con su excéntrico presentar con maquillaje y sedas, se le antojaba intoxicante, inclusive delicioso.
Desde su lugar en la cama, observó las maniobras que Affogato usaba para maquillar su rostro. Con manos delgadas y hábiles, tomó una diminuta brocha con punta que parecía la de un lápiz, tintándola un poco el polvo morado oscuro de una paleta para después pasarlo suavemente por toda la cuenca de su ojo. Creando un contraste con el suave morado con puntos brillosos que antes había colocado en su párpado fijo. Al instante, sus ojos parecieron captar aquella profundidad que tantas veces había mantenido al cónsul preso en un estado total de éxtasis, mientras las rápidas embestidas del hechicero lo abrían una y otra vez, orillando a alcanzar el abismo más electrizante que su cuerpo había sentido. Después, con su mano dominante, -la misma que tomaba sus manos enguantadas para guiarlo hacia la pista de baile con una sonrisa felina- tomó un pincel remojado en un líquido negro, creando con la maestría de alguien que ya había practicado estos miles de veces, una fina línea levemente delgada que posteriormente se unió al resto de su ojo, dándoles esa apariencia de párpado a medio abrir, que te invitaba a voltear tu mirar hacia sus ojos como si del suave canto de una sirena se tratará. Ante esto, Clotted cream dejó salir un ligero suspiro que no pasó desapercibido por Affogato.
-Mi querido Cónsul, sus suspiros me halagan, pero no puedo evitar preguntarme si es por mí o mis acciones anteriores, ¿A caso a tan poco tiempo usted ya desea otra ronda? -se rio Affogato, tomando entre sus dedos una brocha más robusta y grande que las anteriores para aplicarse rubor en su rostro. Los ojos del ex consejero lo observaban desde el espejo, moviéndose con lentitud y analizando el lento respirar de Clotted Cream. Era cierto que el hombre proveniente del reino Cacao era tan misterioso como elegante, tal y como el profesor Espresso había dicho. Todo en él irradiaba un aura de elegancia que te dejaba prendado en cuanto el hombre entraba a la sala, robando suspiros y miradas en cuanto caminaba o hacía el más mínimo gesto con su cuerpo, tal como un gato negro exhibiéndose ante la rata que está a punto de consumir, como diciendo "¡Sí, mírame!, ¡Admírame antes de que te devoré entero!, ¡Que tus ojos sean bendecidos con mi figura como tu última vista terrenal!"
