EL VALOR DE LA POBREZA: UNA REFLEXIÓN SOBRE LAS BIENAVENTURANZAS

29 0 0
                                    

"Bienaventurados los pobres. Qué curioso que la primera de las bienaventuranzas, tanto en la versión de San Mateo como en la de San Lucas, es la pobreza. Los cristianos siempre hemos distinguido entre pobreza y miseria. La miseria es una situación de carencia que te hace daño, que te quita dignidad. Entonces, claro que luchamos contra la miseria. No es justo que haya gente que pase hambre, no es justo que haya gente que no tenga medicinas, no es justo que haya gente que no tenga un hogar, que no tenga trabajo, porque eso le hace perder su dignidad. Tendremos que luchar contra la miseria constantemente.

Ahora, la pobreza es otra cosa. La pobreza es esa capacidad de no depender de los bienes materiales, la pobreza es esa capacidad de reconocer que la vida es un don, que no somos propietarios de nada. Tú te preguntarás, ¿soy propietario de mi casa? ¿Soy propietario de mi familia? ¿Soy propietario...? Te das cuenta de que con un golpe de un pequeño virus todo puede desaparecer en un instante. No tenemos la capacidad de controlar nuestras propiedades, y por eso la primera bienaventuranza es reconocer que todo es un don, que todo es un regalo, que todo me ha sido dado. Hay gente que dice: "No, no le debo nada a nadie porque yo me he hecho solo, a mí mismo". Pero debes sentirte agradecido contigo mismo porque Dios ha puesto dentro de ti unas cualidades y unas capacidades que tú, por ti mismo, no te podrías dar. Y por tanto, hay que aprender primero a ser agradecido.

¿Os acordáis de esa canción tan bonita de Mercedes Sosa? Era una mujer que, sin ser muy creyente, decía: "Gracias a la vida que me ha dado tanto" y agradecía todo, agradecía la vista, agradecía el poder caminar, agradecía poder conocer personas, poder amar. El pobre agradece, todo le parece fantástico. El pobre es una persona que, al recibir todo como un don, dice: "Pero qué afortunado soy". Esa es la pobreza de espíritu y, sobre todo, el no sentirnos atados, esclavizados, con las cosas que creemos que poseemos. No cifrar nuestra felicidad en la seguridad de la posesión de los bienes materiales, o incluso malos. No, mi riqueza es que tengo muchos hijos que se van a ocupar de mí. Bueno, tu riqueza efectivamente es que amas a tus hijos y que tus hijos te aman a ti. Tu riqueza es el amor, no el tener. Sino que les amas. Eso sí, o eres pobre y estás desprendido y comprendes que todo lo has recibido de Dios, o nunca vas a ser bienaventurado.

Mirad, decía un sacerdote muy querido, que al cielo solo llevaremos lo que hemos regalado a los demás. Que en el cielo solo entraremos con el amor que hemos querido dar. Pero al cielo no nos podemos llevar ni el carro, ni la casa en la sierra, ni los trajes. Esas cosas materiales que tanto nos agobian y en las que hacemos depender nuestro éxito. Todo eso pasará. Solo quedará el amor, y los pobres aman más, saben amar. Cuando reciben el amor, no se lo guardan, sino que lo regalan a otros.

Pastillas para el Alma Where stories live. Discover now