Capítulo 1: Un desconocido muy conocido

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Es viernes por la noche y voy corriendo por las calles de mi ciudad, porque ya llego tarde a mi trabajo. ¿Por qué siempre llegaba tarde a todo?

Tal vez porque eres un desastre.

Bueno la cosa es que esta noche me tocaba trabajar como niñera de la hija del señor Gómez, un hombre que, al parecer, todas las noches de viernes salía con una mujer distinta. La verdad es que no sé cómo un señor con tan pocas luces podía tener una hija tan inteligente y simpática.

Supongo que habrá salido a la madre. A la cual no conozco, por cierto, ya que lo único que sé de ella es lo que me cuenta la niña, aunque no sea mucho porque ella es muy pequeña.

La niña que tengo que cuidar se llama Lucía y es un encanto. Siempre me lo paso genial con ella, solemos jugar a las profesoras, porque a ella le gusta mucho, algunas veces ponemos música y bailamos y luego solemos pedir pizza para cenar excepto, que su padre deje la cena hecha-cosa que es muy improbable -. Pero el caso es que me lo paso muy bien con ella y de paso saco un poco de dinero, que nunca viene mal.

Ya llevo un rato sumida en mis pensamientos cuando de repente choco de frente con algo o mejor dicho con alguien.

—Perdón no te hab... —empiezo diciendo, cuando levanto la mirada y me encuentro cara a cara con mi escritor favorito, me quedo sin palabras —. ¿E-eres Aike Lenbo?

El chico me mira y me da un repaso bastante descarado, mientras yo solo puedo observarlo, pero sin llegar a ver nada.

—El mismo —contesta él al cabo de un rato.

Aike es alto y está bastante en forma, tiene el pelo castaño —pero es tan clarito que se podría llegar a confundir con el rubio —y despeinado, unos ojos azules que me dejan embobada y unos labios finos. Solo lo he visto en fotos, pero en persona es mucho más atractivo.

Él me está mirando con una pequeña sonrisa y un brillo pícaro en los ojos.

—¿Te gusta lo que ves? —pregunta enarcando una ceja.

En cuanto me pregunta eso el calor sube a mis mejillas.

—Y-yo... no... —empiezo tartamudeando y su sonrisa se ensancha.

—Entonces, me conoces ¿verdad? —dice ignorando el tema de antes. Cosa que agradezco.

—Sí, me gustan mucho tus libros —contesto un poco más tranquila.

Aike me observa con curiosidad y pregunta:

—¿Cómo te llamas?

Esa es una pregunta fácil, no la cagues.

—Daira, me llamo Daira —digo con una seguridad que no sé de dónde he sacado.

Aike me da otro repaso, pero esta vez parece que se lo toma con más calma, por lo que yo me doy el gusto de hacer lo mismo. Lleva una sudadera negra con el logo de alguna banda que no conozco, luego lleva unos pantalones desgatados a la altura de las caderas y unas deportivas cualquiera.

Después de eso nos quedamos en completo silencio y solo nos miramos fijamente como si nos retáramos para ver quien mantiene más rato la mirada, empiezo a pensar que ya no vamos a decir nada más, rompiendo así mis fantasías de cómo sería conocerlo.

Y cuando por fin me he decido a despedirme de él, algo me interrumpe.

—¿Dónde ibas? —me pregunta. Me quedo pasmada por la naturalidad con la que ha hecho a pregunta, como si nos conociéramos de toda la vida. Así que me aclaro la garganta y le respondo.

—A trabajar.

Te has lucido chica.

Bueno, no necesita más información.

El atardecer que nunca vimos (Borrador)  (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora