En tiempos remotos, en una era en la que los Dioses y los Nicheraks coexistían en perfecto equilibrio, circulaban cuentos que eran celosamente guardados por aquellos que los conocían. Uno de estos relatos, contado a los niños antes de dormir, se iniciaba en un pasado lejano, donde los límites eran inexistentes. En medio de un hermoso campo de flores blancas, florecía una solitaria flor, un pequeño brote rojo que se destacaba entre sus blancas compañeras. Como bien sabían los eruditos en la materia, las margaritas eran flores celosas y no toleraban tener competencia en su deslumbrante belleza, por lo que este pequeño brote no era bien recibido. Las despiadadas margaritas siempre hacían caso omiso de manera significativa de su singularidad y, por el simple hecho de ser diferente, la consideraban automáticamente fea. El pequeño brote rojo lloraba todas las noches debido a su condición de ser diferente.
Un buen día, un niño se encontraba jugando en aquel jardín cuando descubrió la floresta. Las margaritas se prepararon para ser admiradas y comenzaron a moverse al ritmo del viento. El niño quedó encantado con esa escena, pero su asombro fue aún mayor cuando vio que el pequeño brote rojo resaltaba en medio de aquel campo blanco. El niño simplemente no podía creer la maravilla que era esa flor y decidió no cortarla, deseando que permaneciera allí para distinguir su singularidad.
Todas las tardes, el niño volvía a jugar con la flor y le contaba sus fantásticas aventuras cotidianas. Por fin, la flor experimentaba lo que significaba tener un amigo en el mundo.
Sin embargo, una tarde, mientras la flor esperaba ansiosa la llegada del niño para jugar juntos, este no apareció. La flor comenzó a preocuparse, pero sabía en su interior que el niño jamás la abandonaría. Los días pasaron y el niño no regresó, mientras las margaritas se burlaban y afirmaban que el niño se había dado cuenta de la fealdad de la flor y la había abandonado. "Eso debía ser una mentira", pensaba la flor, pero tanto esa posibilidad como la idea de que algo malo le hubiera sucedido al niño eran igualmente aterradoras. En su soledad, la flor volvió a llorar.
Para su gran sorpresa, una tarde el niño regresó. Las flores habían mentido y sus sospechas habían sido infundadas. El niño llevaba consigo una canasta y en su interior había nueve piedras de diferentes colores. Le contó a la flor que no había podido venir porque deseaba darle una gran sorpresa. Desde siempre había querido llevársela a su casa, pero no quería cortarla por miedo a que muriera. Por ello, encontró nueve gemas que la convertirían en una Nicherak*. El niño comenzó a colocar las gemas alrededor de la flor y, al terminar, sacó una pequeña regadera con agua y la vertió sobre ella. Las gemas irradiaron una luz deslumbrante y cuando cesó, había nacido "Gulabi", una niña con una piel hermosa y un vestido rojo magnífico.
El niño regresó a casa con su nueva amiga, y así la flor encontró un verdadero amigo al que querer. Si tan solo...
YOU ARE READING
Fytomorphis
FantasyEn las entrañas de la antigüedad yace una narración cautivadora, un relato que alguna vez susurraron al dormir. En el primer capítulo, quizás no aguardes más que una simple historia infantil, pero a medida que penetres en estas páginas, desvelaremos...