⊱ chapter eleven ࿐

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     Sin embargo, luego de perder una apuesta con Julián, se mudó a una de las casa de Manchester, casi en las afueras de la cuidad.

     Según lo que Dolce sabía por las redes, vivían en un barrio privado; manteniendo la privacidad que tanto le gustaba a la argentina, lejos de las cámaras.

     —Me gustaba esa casa —suspiró encantada—. Era una mezcla de las casa de Verona y de Roma. Tenía personalidad. No como las casas que hacen ahora —añadió con una mueca.

     —Parecen hospitales —concordó el chico, poniendo feliz a la contraria.

     —¡Gracias! 

     Aquello hizo el ambiente más ameno para el viaje.  Aunque no habían conversado más que eso, el silencio que irrumpía en el auto, a excepción de la música en la radio, no era ni incómodo ni tenso, sino más bien normal.

     Poco a poco, el ajetreo de la ciudad y las casa, una pegada a la otra, comenzaron a desaparecer. En unos cuantos metros, inició el camino hacia los barrios privados, dónde principalmente se alojaban personas de alto rango o con una enorme cuenta bancaria. 

     Al contrario de Bianca, Emilia vivía en un departamento en el centro de Manchester. El edificio era uno de los más altos, y su número de departamento estaba casi entre los últimos pisos.

     Le facilitaba la cercanía del estudio, o edificios donde la citaban para hacer publicidades o colaboraciones, a la hora de trabajar.

     —Hola —saludó Alejandro al oficial en la puerta de entrada.

     —Hola —saludó cordialmente—. ¿Primera vez? —ambos asintieron—. ¿Son mayores de edad?

     —Sí, lo somos —afirmó Emi.

     —¿Puedo ver sus identificaciones, por favor? 

     Ambos rebuscaron entre sus billeteras. Emilia le extendió el suyo al jugador de Manchester y, al tomarlo entre sus manos, intentó pasar desapercibido el roce entre sus manos. 

     El oficial se asombró al ver sus fotos y sus nombres. Intercaló la mirada sorprendido entre ambos, intentando ahuyentar la sorpresa.

     Trabajaba rodeado de estrellas, los veía llegar y salir, con sus parejas —u otras personas totalmente desconocidas— o solos.

     Sin embargo, la sorpresa venía por el lado de verlos a ellos dos juntos. En el mismo auto.

     —Le voy a pedir tomarle una foto y registrar sus datos, joven —explicó el oficial, devolviendo las identificaciones.

     Garnacho asintió, sabiendo el procedimiento en esos lugares; sobre todo cuando es la primera vez en un nuevo barrio privado. Sonrió ante la cámara, antes de que el flash impactara contra su rostro. 

     —Le voy a pedir que abra el baúl —pidió dirigiéndose a la parte trasera—. ¿A qué casa se dirigen? —inquirió luego de ver todo en orden.

     Ambos se voltearon a ver, sin saber si decir el apellido de Julián o de Bianca.

     —¿Álvarez-Prada? —respondió la chica, a modo de pregunta—. No sé a que nombre está, lo siento —rio levemente.

     —No pueden pasar, lo siento —negó sorprendiendo a los adolescentes—. Muchas han intentado pasar a su vivienda desde principio de año. Necesito que me muestren alguna prueba de que alguno de los dos los ha invitado.

     —Llámala —pidió Alejandro a Emilia. 

     El europibe dejó unos leves golpecitos en la pierna de la chica, de manera totalmente inconsciente; como si se hubiese olvidado con quién estaba y a quién se lo hacía.

bejeweled; alejandro garnacho ⁴Where stories live. Discover now