Era tan atractiva vestida como cuando estaba desnuda.

En vez de abrirle mi corazón como había hecho la noche anterior, adopté una expresión dura.

Ella tenía las manos metidas en los bolsillos y me observaba con su intensidad habitual, como si yo le perteneciera sin importar si yo quería o no. No se arredró ante mi mirada, emanando poder y fortaleza.

Yo mantuve una mano en la puerta con la espalda perfectamente recta y los hombros echados hacia atrás. La miré como si la noche anterior nunca hubiera sucedido, como si no fuese más que una colega de trabajo que no me importaba un bledo.

―Vamos a ponernos a trabajar en nuestra presentación.

Mis defensas empezaron a descender lentamente al darme cuenta de que
aquello no era más que una reunión de negocios. No tenía intención de quitarme la ropa a aquella hora tan temprana de la mañana. Me aparté de la entrada y dejé la puerta abierta.

María José me siguió al interior y tomó asiento en uno de los sofás de la sala de estar completa con unas vistas magníficas sobre el agua. La luz del sol arrancaba destellos al horizonte y las embarcaciones del muelle relucían.

Ella cruzó una pierna y apoyó el tobillo en la rodilla opuesta. Era exactamente la misma postura que adoptaba siempre que hacía negocios. Si estábamos solas las dos en mi ático, ocupaba más espacio del necesario.

Cogí mi portátil y me senté en el sofá frente a ella, fingiendo que lo de la noche anterior no había pasado. Ahora éramos dos socias que sólo pensaban en los negocios. Abrí la presentación en la pantalla y miré a María José de reojo.

Tenía los ojos puestos en mi vaso casi vacío. Volvió la vista hacia mí, sin que
pareciera importarle que la hubiera pillado mirando. Posó una mano sobre la rodilla y estiró el otro brazo apoyándolo en el respaldo del sofá.

―Es un poquito pronto para beber, ¿no?

―Es un poquito pronto para juzgar, ¿no?

Conservó una expresión tan inescrutable como había sido al entrar por la puerta.

―No te estoy juzgando, sólo me preocupo.

―No necesito tu preocupación, Garzón.

Entrecerró los ojos.

―Pensé que ya habíamos dejado a un lado los juegos, Calle.

―No estoy jugando.

―Pues entonces no digas que no me necesitas, cuando ambas sabemos que
sí.

Mantuve su mirada sin pestañear, descolocada por el comentario romántico.

Cuando se había acercado a mi puerta tenía una actitud profesional. Había pensado que podríamos saltarnos la charla sobre nosotras e ir directas al trabajo.

―Ahora mismo sólo me interesa trabajar, Garzón.

―Y a mí. Eso quiere decir que mi socia no debería estar borracha.

Mantuve la voz firme a pesar de que mi enfado estaba subiendo de
intensidad.

―No estoy borracha.

―Si estás bebiendo a las nueve, desde luego que eres una maldita borracha.

Si mi portátil no hubiera tenido tanto valor para mí, se lo habría tirado a la
cara.

―Si fuese un hombre no te pararías dos veces a pensar en lo que bebo, ni
cuestionarías mi capacidad para finalizar el trabajo que tengo entre manos.

Las Jefas- (Adaptación Cache) Terminada.Where stories live. Discover now