LA PIEL QUE ME QUEMA

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En un bosque de pinos azules me encontraba petrificada, justo en el medio, esperando que sucediera. El bosque Fénix, llamado así ya que una vez en el año ardía en llamas consumiendo sus árboles hasta el último atisbo de sus troncos, me ofrecía una oscura protección con su ramaje azul eléctrico, ocultándome a la perfección de la luna llena. Las circunstancias que me habían llevado a ese lugar tan terrorífico y desolado ya no tenían importancia, lo único que ahora me interesaba era permanecer en el mismo lugar totalmente quieta hasta la medianoche. El momento exacto en el cual todo se encendería de rojo y naranja, colores que abrasarían el cielo, rozando la pálida luna.

Mis huesos, mis órganos, incluso mi sangre hervía dentro de mí, intentando de alguna manera mover mis músculos, fuera de ese boscaje fantasioso donde las niñas se convertían en animales. A unos metros de mí, se encontraba la piedra agrietada donde había sido convertida, donde mi naturaleza había dejado de ser mía, y donde este solitario lugar se había convertido en mi hogar gélido y sombrío por los últimos meses.

Mi madre me había advertido con cuentos que jugar en el bosque encantado tenía sus desventajas. Sin embargo, antes de esa noche, me había gustado pasar mi tiempo bajo el silencio que me ofrecían sus pinos y la tierra llena de piñas secas, lejos del lugar en el que había crecido, lejos de los aldeanos que ahora me veían como una abominación. Podría haber sobrellevado esta enfermedad que recorría mi cuerpo cada luna llena, tal vez si mi madre no me hubiera mirado con el odio que lo había hecho. Deseando que me desintegrara ahí mismo, deseando que su hija hubiera muerto cinco lunas llenas atrás.

Ahora solo quedaba aguantar hasta la medianoche, cuando mi calvario terminaría y los gritos de las personas que ahora me aborrecían hasta el núcleo de sus corazones, se acallaran por fin. Dejándome sola, bajo la luna llena y bajo las ramas azules carbonizadas del bosque donde había nacido por segunda vez.

Al menos eso es lo que deseaba... pero no lo que el destino había elegido para mi esa noche. No podía prever el futuro, pero podía sentir el cambio en el ambiente. Una energía eléctrica se acumulaba en el aire y acariciaba mi piel, todavía humana. Esta piel que ahora quemaba y me consumía.

El renacimiento de Fénix ocurría durante el equinoccio, cuando nos despedíamos del oscuro y desolador invierno que nos mantenía cautivos dentro de nuestras casas, significaba el final de la tristeza y el aislamiento. Pero para mí no era así, seguía siendo prisionera, viviendo en una cueva como un animal, alimentada solo con las sobras que Darian, mi único amigo, me traía.

Mis sospechas fueron confirmadas por un sonido extraño y espeluznante que resonó en mis oídos. Este sonido se instaló en mi interior, como un eco primitivo que deseaba que aflorara mi nueva naturaleza. Oré fervientemente para que Darian hubiera llegado a la aldea para refugiarse con mi madre de las llamas de Fénix y de lo que fuese que había estado cazando humanos. Me habían culpado de todas las desapariciones en los últimos meses y eso había causado que tuviese que escapar de una multitud de aldeanos enfurecidos que deseaban mi muerte, incluyendo a mi madre, pero sabía que no podría escapar de lo que ahora estaba refugiado conmigo en el bosque.

De repente, una figura emergió de entre los pinos y saltó hacia mí desde las sombras. Antes de que pudiera siquiera emitir un grito, me vi arrojada al suelo, cara a cara con el ser que había perseguido mis sueños. Una gota de sangre carmesí resbaló por mi mejilla y se hundió en la tierra. En sus colmillos estaba atrapado el collar plateado que le había regalado a mi madre en su último cumpleaños. Mis pupilas se dilataron, mi propia respiración parecía haber dejado de ser mía, y mis músculos comenzaron a tensarse debajo de mi piel, deseando liberar a la parte oscura de mi alma.

Con toda la fuerza que pude reunir, lancé mi cabeza hacia adelante, impactando con la suya con un fuerte golpe. Logré liberarme de su agarre, y lo vi caer hacia atrás, estrellándose contra el tronco de un árbol cercano.

LA PIEL QUE ME QUEMAWhere stories live. Discover now