El huerto

198 17 1
                                    

   De un día para otro, el entrenamiento de Zoro cambió completamente

Ops! Esta imagem não segue as nossas directrizes de conteúdo. Para continuares a publicar, por favor, remova-a ou carrega uma imagem diferente.

   De un día para otro, el entrenamiento de Zoro cambió completamente. Al parecer, Mihawk había decidido que debía practicar los movimientos básicos en un pequeño terreno que circundaba el castillo. Sin embargo, y aunque el peliverde parecía no haberse percatado, para Perona el verdadero motivo era evidente. Y es que, se había fijado en las últimas lecturas de Mihawk y todas estaban, sospechosamente, relacionadas con el cultivo. Por eso, el día que vio a Zoro con una azada en la mano no tuvo ningún tipo de duda. Ojos de Halcón había utilizado sus enseñanzas como excusa para que su pupilo preparase el terreno. Obviamente, Perona no había advertido a Zoro al respecto. Prefería disfrutar a su costa.

   Tras preparar una silla y una mesa en el exterior, justo enfrente de su lugar de trabajo, la joven comenzó a pasar allí las tardes. Solía llevarse un libro y una copa del único vino que Mihawk le permitía tocar y, de vez en cuando, hacía una pausa para burlarse de su amigo. Este, solía devolverle una mirada amenazante pero, al poco, volvía al trabajo. Un día, aparentemente aburrido, Mihawk se sentó con ella a observar a Zoro. En un principio, Perona ni se había percatado de su presencia, pues estaba muy ocupada refunfuñando y cuestionando el porqué en un lugar tan espléndido como aquel no había ningún tipo de cacao. Era algo que ya habían discutido, pero la ubicación de la isla Kuraigana complicaba las cosas.

   —¿Aún os preocupa? —preguntó el espadachín. Llevaba ya más de un cuarto de hora allí escuchándola quejarse y Perona ni se había dignado a prestarle atención.

   —¡Pues claro que sí! —respondió indignada.— Si no pudieses beber más vino entenderías cómo me siento...

   —No deberíais darle más vueltas... —comenzó, pero los gritos de los humandriles los sacaron de la conversación.

   Ambos desviaron la mirada al terreno de cultivo, donde se encontraron con una visión apoteósica. Los humandriles habían rodeado a Zoro y lo vitoreaban como si hubiese logrado una gran hazaña. Este, emocionado, se había dejado llevar y agitaba la azada con pasión y frenesí. Comenzó a reír y, por lo que Perona y Mihawk llamarían a partir de ese día desenfreno imprudente, lanzó el instrumento al aire. Evidentemente y siguiendo la fuerza de la gravedad, la azada retornó al suelo, con tan mal tino por parte de Zoro, que le cayó sobre el rostro con tal fuerza que este quedó sin conocimiento.


Ops! Esta imagem não segue as nossas directrizes de conteúdo. Para continuares a publicar, por favor, remova-a ou carrega uma imagem diferente.
Perona y Mihawk: Historias CortasOnde as histórias ganham vida. Descobre agora