"¿Qué? ¿Otros rumores?"

Yurisiel miró a Serbian con expresión desconcertada. Serbian contempló el rostro extrañado de Yurisiel y no dijo nada.

"Los rumores que se están extendiendo entre la gente no son sólo sobre la santa. Poco a poco se está expandiendo por todo el Imperio la noticia de que el Emperador ha ordenado personalmente esta reurbanización de los barrios bajos, e incluso ha dado órdenes a los nobles para que recauden los fondos".

Los ojos de Yurisiel se entrecerraron lentamente. Aquello fue inesperado. ¿Rumores sobre mí? Yurisiel levantó un dedo para señalarse a sí mismo.

"¿Yo? ¿Te refieres a mí?"

"Sí."

Serbian respondió con calma.

"Las alabanzas a Su Majestad se extienden por todo el Imperio".

Yurisiel se quedó con la boca abierta. Era cierto que él había impulsado la reurbanización, pero no esperaba que se contaran tales detalles entre la gente. ¿Cómo podía saber el pueblo del Imperio lo que ocurría en las Cámaras secretas del Gabinete Imperial? A menos que alguien con conocimiento de causa estuviera difundiendo rumores deliberadamente...

De repente, la mirada de Yuriyel se posó en Serbian, que estaba frente a él. El rostro de Serbian estaba inexpresivo, y se limitaba a aceptar su miradal. No puede ser... No, no puede ser, pensó Yurisiel dubitativo. ¿Qué demonios le traería como beneficio hacer eso por él?

Al final, Yurisiel mantuvo la boca cerrada y apartó la mirada. Para ser sincero, era difícil no sentir cierto orgullo al oír aquello, y el encogimiento de hombros que siguió hizo que se le hinchase un lado del pecho.

Elogios, a mí...

Yurisiel no sabía qué pensar de aquella situación tan nueva para él. Además, era Serbian el que más estaba sufriendo por ello, y resultaba un poco embarazoso oír estas palabras salir de su boca.

Finalmente, Yurisiel se escabulló de las habitaciones del Serbian, murmurando palabras de agradecimiento.

"En fin... todo esto es gracias a ti, Lord Rosenheim, así que te tendré en mis oraciones".

Observando la espalda de Yurisiel mientras se alejaba a toda prisa, Serbian dejó escapar un lento suspiro.



* * * * *



 El marqués Chase miró nervioso al marqués de Lantos.

El marqués de Lantos estaba profundamente arrellanado en su sillón, como si fuera a estrangular a cualquiera que le dirigiera la palabra. En la oscuridad del salón del marqués de Lantos, las luces, que habían sido deliberadamente atenuadas, proyectaban sombras apagadas sobre sus rostros. El marqués Chase no aguantó más y abrió la boca.

"¿Estás seguro de que quieres quedarte así, Marqués?"

El marqués de Lantos miró al marqués Chase con ojos fríos. El marqués Chase se estremeció ligeramente y torció el cuello, pero no volvió la mirada hacia el otro hombre. El marqués de Lantos torció los labios y habló con frialdad.

"Si no te quedas quieto, ¿qué piensas hacer?"

El marqués Chase frunció los labios, con una expresión preocupada en el rostro. En su opinión, honestamente no tiene nada que decir al respecto.... Pero, en realidad, no puede quedarse de brazos cruzados, ¿verdad?

Han pasado varias semanas desde que comenzó el proyecto de reurbanización de los barrios bajos. El Emperador no se ha inmutado ante las continuas quejas de sus ministros, y el Duque de Rosenheim va de un lado a otro como un sabueso a las órdenes del Emperador.

Ni siquiera el Marqués de Lantos o el Marqués Chase, ambos entrenados en el arte de manosear y manipular finanzas, pudieron siquiera tocar los fondos destinados para esta remodelación. Todo debido a Serbian, que los vigilaba con fiereza.

No, y además de no poder tocarlo, ¿ahí acababan las cosas? No, al contrario, se vieron semi-obligados a poner más dinero que nadie, en nombre de una financiación especial de emergencia. El duque Kirch, que acababa de regresar de una expedición al Oriente, había decidido que era una buena idea y estaba dispuesto a proporcionarle al proyecto una gran suma de dinero.

Serbian aprovechó la oportunidad y exigió que los diputados imperiales de alto rango proporcionaran la misma cantidad. Algunos diputados, entre ellos el marqués de Lantos, se opusieron enérgicamente, pero Serbian ni siquiera fingió escucharlos.

De alguna manera, esa información se filtró y además fue distorcionada de manera exagerada, por lo que la opinión pública de las personas del Imperio volvió en su contra. Finalmente, no tuvieron más remedio que escupir dinero mientras lloraban y comían mostaza*.

(*n/t: 'Comer mostaza' es una expresión idiomática coreana que se utiliza para describir una situación en la que alguien se ve obligado a hacer algo indeseable o difícil.)

El marqués Chase gimoteó bajo la atenta mirada del marqués de Lantos.

"Haz algo al respecto, Marqués. De verdad que voy a acabar en la calle".

El marqués de Lantos resopló al pensar en la cantidad de dinero que el marqués Chase había robado en su época de ministro del Interior. Sin embargo, el marqués de Lantos estaba igual de disgustado, sobre todo con aquel mocoso de Rosenheim correteando por ahí como si él fuera el Ministro de Interior. El marqués Lantos chasqueó la lengua, molesto.

"¿Desde cuándo Rosenheim trae aguas tan extrañas a Su Majestad?".

Ciertamente, el Emperador ha estado un poco extraño últimamente. El marqués de Lantos entrecerró los ojos, pensativo. La inexplicable incomodidad que había percibido en Yurisiel le había crispado los nervios. Había supuesto que se trataba de Serbian, pero le parecía que era algo más que eso.

El emperador era, en efecto, algo diferente. Era como si se hubiera convertido en una persona totalmente distinta.

El marqués Chase le miró y vaciló.

"Su Majestad siempre ha estado un poco... Eh, un poco obsesionado, supongo, así que debe haber sido influenciado directamente por él".

Volviéndose hacia el marqués de Lantos, que enarcó una ceja de águila sin decir palabra, el marqués Chase habló con cautela.

"Entonces, ¿cómo está Sir Lionel de Lantos estos días? Hace ya algún tiempo que regresó de su expedición por el Oriente, ¿de casualidad Su Majestad no lo está... buscando...? ¿No lo ha buscado a él...?"

El marqués de Lantos guardó silencio y no respondió a las preguntas del marqués Chase, pero su silencio fue respuesta suficiente, por lo que no le hizo más preguntas.

El marqués de Lantos se acarició la barbilla y frunció ligeramente el ceño. Lionel no había visto ni la sombra de Yurisiel desde aquel primer día, y mucho menos había preguntado o buscado a su hijo. Serbian había sido tan ferozmente protector con el Emperador que a menudo Lionel había sido ahuyentado por otros guardias, o por el propio Serbian, antes de que pudiera siquiera acercarse a los pies de Yurisiel. El marqués de Lantos sintió como si mil fuegos ardieran en su interior.


¿Cuándo se volvió tan leal a ti?, cuando antes ni siquiera fingía mirarte, por mucho interés que mostraras por él?

El tirano quiere vivirWhere stories live. Discover now