—¿Sí?

—Feliz cumpleaños —Le dijo con una sonrisa sincera en el rostro y entonces continuó con su camino —Nos vemos el lunes —Dijo un poco más alto para que pudiera oírla.

Desde que se había casado con Maya muchas cosas habían cambiado, y no solo de manera externa, como su vida sentimental o laboral, sino también de manera interna. La morena constantemente la motivaba a ser mejor persona y eso le estaba ayudando bastante, ya que gracias a ello había empezado a tener un trato más humano con sus empleados.

—Hey, te estaba esperando —Dijo Maya tan pronto como la vio entrando a su oficina —Solo, déjame apagar la computadora y nos vamos.

—Sí, no te preocupes — caminó hasta donde estaban las sillas y se sentó —¿Sabes que hoy es el cumpleaños de Melissa?

—¿A sí? ¿Y le has comprado un obsequio?

—No, no lo he hecho. Recién lo recordé hace unos minutos, pero la felicité — contó —Si mis cálculos no están mal, creo que cumple veintiséis años.

—¿Veintiséis? Vaya, estamos muy viejas —Ambas mujeres se rieron. Listo, todo apagado, vámonos, jefaza

—Sabes que odio que me llames así.

—Pero mi amor, ¿no se supone que tú eres la que manda?

—Sí, pero no soy tu jefa —La tomó de la mano y salieron juntas de la oficina bajo la atenta mirada de algunos empleados —Soy tu esposa, y eso es muy diferente.

—Igual eres demandante —Respondió con una sonrisa —Me encanta.

El viaje al restaurante que reservó su asistente no fue tan tardado, así que llegaron minutos antes, por lo que tuvieron que esperar un poco en el auto mientras daba la hora.

Al llegar la tan esperada hora, ambas se bajaron del auto y se adentraron en el local, recibiendo instantáneamente un aroma delicioso qué emanaba de diferentes mesas. Una de las trabajadoras las guío hasta la mesa en la que siempre comían y entonces todo fluyó con normalidad. Hablaron del trabajo, de su matrimonio y del cumpleaños de la madre de la pelinegra, por lo que tenían que planear pronto un viaje para celebrar.

Siempre que salían a cenar tardaban normalmente tres horas en regresar a casa porque siempre después de comer tenían la costumbre de pedir una botella de vino para hacer sus charlas más amenas, y esa noche no fue la excepción. Al terminar la botella, cerca de las once de la noche, decidieron que lo mejor era pedir un taxi para ir a casa debido a que ambas habían bebido demasiado, así que mientras iban en camino, Jenna le habló a una agencia de grúas para que pudieran trasladar el auto de Maya a casa.

—¿Jenna? —La voz de la morena sonaba cansada —¿Y si visitamos Canadá?

—¿Quieres ir a Canadá? —Preguntó —Uh, es aquí —Le dijo al taxista mientras sacaba dinero de su cartera —Muchas gracias.

Se bajaron del auto en silencio, pero antes de entrar a su casa la morena se quedó parada en medio de la banqueta mirando el suelo.

— ¿Maya? ¿Estás bien? — la morena se acercó preocupada a ella y la tomó del rostro — ¿Pasa algo?

—Me habría gustado mucho conocer a tus padres —Dijo de pronto, lo que causó sorpresa en la ojimarrón —Estoy segura que estarían muy orgullosos de ti, Jenna. Eres una mujer extraordinaria, una editora maravillosa y aunque tienes esa mala costumbre de poner tus pies fríos sobre mí, la verdad es que también eres el amor de mi vida, y estoy segura, cien por ciento, que tus padres te siguen amando, aunque no estén en un mismo plano ancestral que nosotras.

—¿Mucho vino? —Preguntó Jenna con lágrimas en los ojos y una sonrisa en el rostro ante las palabras de la morena.

—Demasiado, por favor, no hay que ir a trabajar mañana. Me duele la cabeza — Respondió —Hay que dormir, ya te quiero abrazar, mi amor.

—Mañana es sábado, no tenemos que ir a la editorial —La tomó de la mano con suavidad —Ven, vamos dentro.

—¿Entonces, si podemos ir a Canadá?

—Podríamos organizarnos.

—Te amo, Jenna —Dijo mientras apretaba el agarre de sus manos.

La sonrisa de la morena se hizo aún más grande. Jamás se iba a cansar de agradecerle mentalmente a su antigua visa por expirar y casi deportarla, si no hubiese sido por ello probablemente seguiría atormentando a su adorada morena, no habría conocido a su familia en Sitka y no habría ofertado un indefenso perro a un águila. Desde aquella visita su vida se había vuelto un caos tan positivo que nunca se imaginó sintiéndose tan feliz y completa como se sentía ahora.

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Hemos llegado al final de esta hermosa historia. 

Pronto estaré publicando muchas más historias.

¡Muchas gracias a todos por leer La Propuesta!

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𝙇𝘼 𝙋𝙍𝙊𝙋𝙐𝙀𝙎𝙏𝘼 [JENNA ORTEGA]Место, где живут истории. Откройте их для себя