—Pues las felicito –Dove se alejó de la barandilla y levantó su cerveza en dirección a ella en un intento fallido de brindis –Serán una pareja fenomenal.

—Gracias –Asintió la castaña.

Un silencio incómodo las envolvió a ambas y entonces la puerta del bar se abrió. Un grupo de mujeres salió riendo y gritando. Al parecer el show de Hunter era muy popular. La música resonaba desde adentro y cuando se cerró la puerta el ruido disminuyo un poco.

—Vaya, parece que Hunter está terminando –Sonrió Dove y comenzó a caminar hacia la puerta –Nos vemos, Jenna –Se despidió y desapareció adentrándose al bar.

Por primera vez en todo el viaje, una sonrisa sincera apareció en el rostro de la castaña. Mientras Dove se adentraba al bar, a lo lejos pudo notar a la abuela Eleonor bailando sin parar a lado de un todo sudoroso Hunter y una muy feliz Emilia, cosa que le pareció divertido.

Una hora más tarde, Emilia, Eleonor, Dove, cinco desconocidas y Jenna ocupaban un lugar dentro del bote en el que el día anterior habían viajado. Después de una alocada charla sobre lo sucedido en el bar, Emilia se acercó al muelle y todas comenzaron a descender del bote. Una por una, todas las mujeres, incluyendo a Dove, fueron desapareciendo en diferentes direcciones, y al final solo quedaron Eleonor, Emilia y la castaña, quien estaba excesivamente mareada por el viaje y cansada por pasarse la tarde en el bar.

—Nunca había visto a Hunter tan alocado –Dijo Eleonor con felicidad.

—Fue maravilloso –Le respondió Emilia.

Ambas mujeres caminaban a paso rápido por delante de la castaña, quien estaba al borde del colapso. Odiaba los botes. Odiaba el agua. Odiaba no saber nadar. Las piernas de Jenna temblaban haciendo que su andar fuese aún más lento.

—Ay no –Murmuró la madre de la morena viendo en dirección al jardín principal de la enorme casa que tenían –¿Qué habrá sucedido?

Con curiosidad, la morena siguió la línea de visión de Emilia y se topó con una escena extraña, y por supuesto, algo sexy. Frente a ella, o más bien a unos metros, se encontraba Maya con un hacha entre las manos golpeando un trozo de madera, el cual en cuestión de segundos se volvió en muchos trozos de madera al partirse en cachitos. Con decisión, la morena tomó otro pedazo de madera y levantó nuevamente los brazos para tomar vuelo y golpear el hacha contra la madera.

Cada movimiento hacia que de alguna u otra manera sus brazos de tensaran y dejaran a relucir pequeños músculos, excesivamente femeninos, por supuesto. Las venas de su cuello al igual que las de sus brazos se dejaban ver y a lo lejos podía admirar como su mandíbula se apretaba.

La morena traía puesta una playera blanca sin mangas, la cual se adhería a su cuerpo gracias al sudor que desprendía de sus poros al estar sometida a cierto esfuerzo. Sus músculos, sus venas, su mandíbula tensa e incluso su sudor ocasionaron que la morena se mordiera el labio inferior inconscientemente. Jamás había visto a Maya tan atractiva como en esos momentos.

—¡Maya, mi vida! –Le llamó su madre, pero la morena ni siquiera se inmutó y continuó golpeando sin piedad aquellos trozos de madera con el hacha –No me oye –Se quejó Emilia con algo de preocupación.

—Tiene los audífonos puestos –Habló Jenna en un susurro.

Su mente se había despejado del cuerpo de la morena y había dejado de morderse el labio inferior cuando Emilia le gritó a la morena, entonces pudo notar que Maya traía puestos unos audífonos blancos. Mismos audífonos que usaba la mayoría del tiempo en la oficina.

—¿Perdón? –La abuela Eleonor se dirigió a ella —¿Dijiste algo?

—Hmmm. Trae los audífonos puestos, jamás va a oír –Explicó –De seguro tiene música a todo volumen. Eso hace cuando está molesta –La castaña se sorprendió al oírse a sí misma, al parecer si sabía inconscientemente algunas cosas sobre la morena.

𝙇𝘼 𝙋𝙍𝙊𝙋𝙐𝙀𝙎𝙏𝘼 [JENNA ORTEGA]Where stories live. Discover now