II

16 1 0
                                    

Si alguien me pregunta de dónde he sacado un alias tan imponente como "Lord Ägir", tendría que proponer un lugar cómodo para contar un montón de cosas.

Al final se reduce a una sola cosa, y es por las sirenas. Un día se acercaron, contemplando mis rasgos humanos, y sus palabras fueron: «nos recuerda mucho a nuestro padre, fundador de todas», asi que desde ese día no me puedo olvidar ese nombre. Le pertenece a alguien muy importante para un grupo tan pequeño como las sirenas, y detrás de unas simples letras cargaba un aura espiritual que conectaba con mi consciencia. Por eso decidí ser él, aunque con una palabra demas para reafirmar que soy el señor quien deambula por los rincones de la galaxia.

Ni bien aterricé en este planeta donde todo el tiempo era oscuro y lluvioso, me identifiqué con el nombre del padre. He llegado incluso a ser parte de toda la gran comunidad de alienígenas que había, pero la sensación de soledad era enorme e incluso me recordaba a lo que sentía estar en el medio del lago, con la sensación hasta en la boca de ahogarme con el agua. Esta vez, estaba con un montón de seres vivos a mi alrededor.

Me adapté a una nueva vida. No más lagos, no más plantas violetas ni mucho menos un cielo bastante colorido. Solo edificios. Rascacielos por doquier. Y lo peor eran las lluvias torrenciales que pasaban casi todos los días, algunas veces chaparrones y otras unas lluvias donde el mundo se venía abajo. El ambiente cambió radicalmente a uno artificial, una cosmópolis, un nido enorme de muchas razas alienígenas que prosperaban entre sí y cada uno hacía lo que quería con su vida. Donde estaban parados era un laberinto enorme inundando de agua y de luces de neón. Era el país de la tecnología suprema.

Al principio estaba confundido. Intenté interactuar con cualquier alienígena pero me miraban con desdén. Nadie estaba interesado en mí. Mucho menos ese muchacho que me soporta que esté en su taller.

Crocodilonius Suchus, o Croc a secas. Un muchacho delgado. Un ente extraño. Era un pez con vida pero con unas características muy peculiares que lo hacían lucir como una bestia del mar. Ambos sentimos una conexión en especial porque sufríamos las mismas consecuencias: solos, perdidos, buscando una forma de vivir. Es como un alma gemela, alguien que trató suavemente mis heridas después de todo ese martirio de mi reciente pesadilla.

Me ayudó a barrer esta horrible faceta de alguien arruinado tanto por dentro como afuera. Con un espejo, que después de todos los años de mi vida pude verme con claridad, sabía que estaba feo. No solo eso sino que me propuso el mejor peinado con el lavado más intenso que cualquiera se pueda imaginar, mi cabellera dorada —lo peor, antes lo tenía largo y grasoso— ahora relucía como el brillo de una joya preciosa, con el pelo más corto tirado hacia atrás. Y gracias a él que mi identidad como Lord Ägir se iba volviendo en un hombre guapo y feroz por fuera.

La fórmula secreta ante todo esto era el asesinato a sangre fría para alimentar mi ferocidad. Hace poco tiempo que me dediqué a un oficio para nada limpio: cazar a los demonios. De hecho, les tenía un odio irracional, con tan solo ver sus rostros quería tomarlos del hocico y aplastar fuertemente contra sus propios dientes. Para que sufran.

Y en este mismo instante su sola presencia ya era un peligro. No para mi sino para todos los inocentes que viven en este gran planeta.

Croc seguía asustado. Él estaba seguro que ningún demonio pisó estas tierras, totalmente protegida por una organización que levantaron hace años. Aunque seguro no estaban custodiando esta vez. Sea verdad o no, no estaba interesado en lo absoluto de conocer más sobre este planeta, iba a terminar agotado de tanta información en mi cabeza.

Ya sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Tomé de la mesa un aparato pequeño y moví mi mano detrás, haciendo lo mejor para que llegue a la espalda, cosa que mediante una fuerza magnética se pegó en la parte más alta de esta, y una gran red azul rodeó todo mi cuerpo para hacer aparecer una pesada armadura verde que cubre por completo mi cuerpo, incluso hasta el rostro, un casco circular que encaja como anillo al dedo.

Vol. 3.3: Este Esfuerzo Sin Fin [Reescribiendo...]Where stories live. Discover now