—No, por supuesto que no me molesta.

—Bueno, entonces nos vemos en un rato. Mándale besos a la gorda.

Tuve que bajar del colectivo a penas subí y volví caminando al hotel con Oli, la nena me miraba sin entender nada porque no era tonta y obviamente se habrá dado cuenta de que no nos estábamos yendo a ninguna plaza.

Enzo tardó exactamente media hora para llegar al hotel y por suerte nosotras ya estábamos listas, lo primero que hizo fue saludar a su hija y alzarla a upa, Julián vino a saludarme a mi y después de ese pequeño encuentro padre e hija, Enzo me dió un beso en el cachete.

—Ay pero qué lindas que están —halagó Julián mirándome y después jugó con las manitos de la pequeña Oli.

Los cuatro nos fuimos al auto y yo me senté al lado de la sillita de Oli, jugaba con la bebé porque no entendía de qué hablaban los chicos y tampoco me quería meter en su conversación.

Cuando llegamos a lo que supuse sería el lugar en el que íbamos a comer, Enzo agarró a Oli y yo casi golpeo a Julián de un portazo, al parecer él quería abrir la puerta para mí pero yo me adelanté.

—Ay perdón Juli, ¿Estás bien? —me acerqué a él, que sobaba su cara y cuando sacó su mano pude ver un hilito minúsculo de sangre en sus labios. Pero bastó para hacerme sentir culpable—. Perdón, mirá cómo te lastimé.

—No es la gran cosa solcito, el Juli es alto maricón —se burló Enzo y me indicó que caminara, escuché que hablaban en susurros atrás de mi y me sentí bastante paranoica. No quería perder este trabajo, ahora podía ayudar a mi familia y me había encariñado con Oli en estas dos semanas.

Mordí mis uñas cuando entramos y no se percataron de eso para mí suerte, Julián me indicó dónde sentarme y recibió una mirada extraña de Enzo pero intenté pasar eso por alto. No quería sobrepensar y sentí que lo mejor que podía hacer era mantenerme positiva.

—¿Qué vas a pedir Sol? —preguntó Enzo con una linda sonrisa y sentí vergüenza. No tenía plata para pagar mi comida y no iba a dejar que ellos pagaran por mi. Tal vez con la tarjeta podría acceder a mi cuenta de banco, ahí Enzo me había depositado el pago del mes.

—No tengo mucha hambre, yo creo que con una ensaladita estoy —sonreí tímida, era la primera vez que salía con los chicos desde que los conocí. Había hablado con ellos por teléfono pero únicamente era por Oli, no tenía mucha confianza y me daba vergüenza estar cerca de ellos. Me sentía fuera de lugar.

—¿Ensalada? Imposible, vamos a comer pastas —jodió Julián y Enzo asintió con la cabeza—, ¿Viste? Hasta el futuro Flavio está de acuerdo.

—¿Futuro Flavio? —cuestioné desentendida.

—¿Tenés algún hobbie? No creo que ser niñera sea lo que más amas en tu vida —cuestionó Enzo ignorando mi pregunta y por algún motivo, me sentí un poquito atacada pero no quería llevarlo por ese lado. No creo que lo haya dicho con esas intenciones.

—Fabrico y vendo programas de estudios virtuales —miré mis anillos y empecé a jugar con ellos, no sabía que contarles de mi vida porque no era tan interesante como la de ellos.

—¿No tenés que ser un genio o algo así para fabricar esas cosas? —preguntó Juli interesado.

—¿Ah sí? Hice un curso de dos semanas hace unos años, es un tema bastante simple y los profesores eran buenos supongo.

—¿Te gusta hacer algo aparte de eso? —preguntó Enzo poniéndole una servilleta a la bebé.

—No.

Era mentira, pero tampoco quería contarles todos mis sueños. No pensaba que realmente estuvieran interesados, solo que eran demasiado buenos como para decir que los estaba aburriendo así que preferí cortar la conversación y fue justo a tiempo, porque un mozo apareció con una bandeja que contenía cuatro platos de pasta. Iba a acercarme a Oli para darle de comer pero Enzo lo impidió con una sonrisa.

—Hoy me encargo yo.

No sabía qué hacer y me daba bastante vergüenza orar para agradecer los alimentos al frente de ellos, ya habían empezado a comer así que uní mis manos por debajo de la mesa y recité mentalmente mi oración antes de probar un solo bocado.

—Ñumiii —escuché decir a Oli y casi me ahogo, se había puesto a hacer el mismo bailecito que yo hacía cuando comía y podría jurar que el rojo en mi cara quedaba corto.

—¿Ñumiii? —Enzo miró a su hija extrañado aunque enternecido, soltó una risita ante la nena que seguía bailando y prosiguió—, ¿Dónde aprendiste eso?

—Solcito —me acusó Olivia y Julián me miró divertido, lo único que quería era que la tierra me tragara y me escupiera en mi casa.

—Perdón, no debí hacerlo al frente de la nena y yo no voy a...

—Sos muy tierna —interrumpió Enzo con una sonrisa—. Y muy alegre, Oli siempre aprende lo que quiere así que me alegra bastante que le enseñes cosas buenas. Gracias.

—No me agradezcas a mi, criaste a una nena adorable y súper educada —sonreí sincera y Enzo asintió para después limpiar la boca de su hija.

Disfruté bastante la comida, no había probado nada tan exquisito antes pero como cualquier persona normal, seguiría diciendo que me gustaba más la comida de mi mamá.

—¿Con quién juegan mañana? —pregunté después de tragar mi comida y los dos me miraron boquiabiertos.

—¿No sabés contra quién jugamos mañana?

—No me gusta mucho el fútbol —intenté excusarme pero eso solo lo empeoró, Olivia reía ante la cara de su padre y su tío y yo me sentía como una nena chiquita a la que estaban a punto de retar.

—Te podría despedir por eso —habló serio Enzo y cuando vio mi cara de pánico, sonrió—. Peeero, no sé que haría sin vos así que no te voy a despedir y más te vale que no renuncies porque te secuestro eh.

—Jugamos contra Arabia Saudita —respondió Juli y asentí, debí haberlo sabido teniendo en cuenta que estábamos en Qatar—. Vas a usar mi camiseta mañana eh.

—Eeeh que decís gil, ella trabaja para mí así que va a usar la mía —acusó Enzo y reí suave.

—Callate culia'o, Oli ya va a estar usando tu camiseta y mi familia no vino todavía —se quejó ofendido Julián.

—Bueno, entonces le dejamos las dos camisetas y que ella elija cuál va a usar —sonrió malicioso el morocho—. Aunque es obvio que va a elegir la mía.

Sonreí, si mis hermanos estuvieran acá probablemente se estarían muriendo de la emoción y después estaba yo, que al no saber nada de fútbol no podía entender muy bien por qué peleaban tanto por quién me daría su camiseta.

Olivia empezó a llorar y Enzo hizo una mueca de asco así que me paré de mi silla cuando entendí todo; hora de cambiar pañales.

Sobre Ruedas-Enzo Fernández✓Where stories live. Discover now