Final: Capítulo 40

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—¿Recuerdas aquel día en que te pregunté si creías en la magia?

—Sí.

—Yo creo en la magia —afirmo—. Tú dijiste que era difícil creer en algo así porque nunca habías vivido algo que te hiciera creer en ello, pero yo viví algo mágico —confieso mientras me siento en la cama, quitándome las sábanas de encima—. Creo en esas cosas.

—No estoy entendiendo.

—Desde que vine a vivir contigo, empecé a escuchar el sonido del mar. Y cuando vinimos al bosque, ese sonido se intensificó. El día que fui a dar una caminata, mientras más me adentraba en la naturaleza, más claramente escuchaba el mar y las olas golpeando.

—¿Por eso preguntaste si había un mar aquí?

—Sí —sonrío—. Y resulta que sí había un mar, pero eso no es todo. En el centro del bosque encontré un espejo que apareció de repente y me llevó a un lugar donde los reyes y monarquía son las máximas autoridades. Asistí a un baile, pinté para un rey, tuve una relación con un príncipe y un alguien más confundió mis sentimientos. Muchas cosas ocurrieron, conocí a personas buenas y malas, pero ahora me han desterrado por venir de una realidad y un mundo diferente.

—¿Un destierro? ¿Por qué?

—El rey de Conall se sintió traicionado al descubrir que pertenezco a una realidad y un mundo diferente.

—¿Apareciste en Conall? —mi abuela me deja atónita con su pregunta.

—No, aparecí en el bosque de Atkinson.

—¿Te gustó el paisaje otoñal? —quedo paralizada.

—Abuela, tú... —volteo a verla y me sonríe cómplice— ¿Cómo sabes eso?

—Tú no eres la primera viajera, Astrid.

—¿Acaso tú...? —asiente—. Es imposible, ¿Es posible? —me levanto de golpe llena de dudas—. ¿Cómo? ¿Cuándo?

—Déjame contarte una historia —palmea la cama para que vuelva a sentarme—. Hace un tiempo, una jovencita no era feliz con la vida que le había sido dada. Se le exigía mucho y la vida no le recompensaba nada. Un día, lloró amargamente pidiendo al cielo una oportunidad de experimentar un poco de felicidad, y de repente, tres días después, comenzó a escuchar el llamado del mar. Las olas la llevaron a un nuevo mundo donde finalmente pudo experimentar la felicidad.

—¿Dónde encontraste el espejo?

—En Japón.

—¡Japón! —levanto la voz—. ¿¡Qué diablos hacías allí!? ¿Por qué tan lejos

—Mis padres viajaban mucho y nos mudábamos constantemente de un lugar a otro. Llegamos al monte Arashiyama, en la isla de Kioto, donde se encuentra el sitio histórico y nacional de los bambúes de Sagano.

—He leído un poco sobre algunos lugares turísticos y reservas naturales asiáticas, pero no recuerdo nada igual.

—Es un lugar de gran belleza. El bosque de bambú de Sagano es casi místico. Allí, se encuentran altos y estilizados troncos de bambú —saca su celular y me muestra algunas fotos—. Este lugar tiene la capacidad de desconectarte del mundo y se puede escuchar el susurro que producen los troncos de bambú al balancearse. Es realmente hipnótico.

—Tienes que llevarme allí.

—Lo haré.

—Cuéntame cómo sucedió.

—Una mañana, decidí dar un paseo sola por los senderos de ese lugar. Estaba vistiendo un traje tradicional y llevaba una hermosa sombrilla. Me gustaba adaptarme a la cultura de los sitios que visitaba. Mientras caminaba, el sonido del mar comenzó a llamar mi atención y de repente, una luz brillante como mil soles me envolvió.

Más Allá De Las OlasWhere stories live. Discover now