Capítulo XXII La boda

82 21 256
                                    

Capítulo XXII

Oups ! Cette image n'est pas conforme à nos directives de contenu. Afin de continuer la publication, veuillez la retirer ou télécharger une autre image.

Capítulo XXII

La boda

Milo

Contemplo el traje negro que hay en la bolsa sobre mi regazo. La única vez que usé uno fue el día del funeral de mi padre, mamá lo había elegido por mí y solo recuerdo lo mucho que odiaba aquel atuendo, lo mucho que detestaba las miradas de lástima que lanzaban en mi dirección mientras el féretro de mi papá bajaba por aquel pequeño hueco en el fondo de la tierra.

—No soy fanático de este tipo de ropa —murmuro con una mueca observando la chaqueta y la corbata en mi mano— ¿No puedo solo ir así?

—¡Claro que no! —exclama Noa girando la mirada hacia atrás, lo que hace que Emma se vea obligada a sujetar el volante del coche para no estrellarnos— Vamos a una boda, tienes que interpretar el papel.

Suspiro. Sé que Noa no va a dejar de insistir hasta que haga lo que pide.

—Y... ¿Exactamente dónde voy a cambiarme? —pregunto, en cambio, viendo que voy en la parte trasera del coche con chicas observándome.

Las tres se ríen al unísono, como si aquella pregunta resultara divertida de alguna forma, pero estoy siendo completamente honesto.

—Milo, cariño —dice Emma desde su asiento—, temo darte la noticia de que la única en este auto a quien tal vez le interese verte desnudo es a Noa, y viendo que ya lo ha hecho... —agrega con una sonrisa de picardía, lo que me hace adivinar en el acto que sabe lo que ocurrió la noche que acampamos— Y yo también, si vamos al caso. No creo que cambiarte en la parte de atrás sea un gran problema para ti. Vamos, muéstranos lo que tienes.

Frunzo el ceño poco convencido, pero Anna posa su mano sobre la mía, lo cual me hace sentir un poco extraño, pues apenas la acabo de conocer, y me da una sonrisa que sorprendentemente logra relajarme.

—Si quieres puedo cerrar los ojos —sugiere con sinceridad—, me encargaré de que ninguna de estas pervertidas te vea mientras te cambias.

Guiña un ojo en mi dirección a la vez que suelta su cinturón de seguridad y extiende su cuerpo y sus brazos en el medio de los dos asientos frontales. Puedo ver sus ojos cerrados por el espejo retrovisor.

Dejo escapar un largo suspiro. Desde el primer día que conocí a Noa, he hecho miles de locuras, desde vandalizar un auto e ir a la cárcel, hasta saltar de un precipicio. Supongo que es cierto lo que dicen de las malas influencias, pero no me he arrepentido de ninguna de ellas hasta el momento, así que muy a mi pesar y con toda la vergüenza del mundo, comienzo a desvestirme rápidamente y me embuto en aquel traje que debe costar más de lo que mi madre gana en un año.

Lo poco que nos queda (#coronaAwards2024)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant