26 El color de sus ojos

Começar do início
                                    

Zaine se preguntó si Ayala tendría alguna idea del peso que tenían sus palabras. No para ella, o para él mismo. Sino para Jason. Miró a su alrededor, a todos aquellos jóvenes menores que él. Aquellos niños que no tenían más remedio que luchar por su vida en la superficie. Y se preguntó cómo tomaría Jason el peso de sus vidas sobre los hombros.

Todos decían que era un buen líder. Inamovible, indestructible. Pero Zaine solo podía recordar al joven del bosque que no quería ensuciarse el rostro de lodo. Al de las termas que lloró ante el recuerdo de su familia fallecida. El mismo que le envolvía en sus brazos cada noche. Quien le aprisionaba el corazón y le encendía el alma. Ese muchacho con quien Zaine entrenaba y con quien llevaba la cuenta de victorias y derrotas.

Pero mientras observaba a los jóvenes prepararse, armarse y conversar comprendió que ninguno le veía igual que él. Un fuerte silbido hizo girar las cabezas de todos los presentes. Noche llegó trotando a paso rápido con Jason sobre su lomo. El cabello desarreglado, la katana en su espalda y la kisarigama sujeta en la cintura. En la boca sostenía un cigarrillo con los labios.

Glorioso.

La pantera se detuvo frente a la multitud, soltando un fuerte rugido para demandar todas las miradas. Mientras culminaba su rugido Kaya y Amal descendieron de la plataforma comedor en un remolino de viento creado por las manos del Ishtelita.

Todo quedó en silencio.

Hasta que Jason lo reclamó.

–Esta es una misión peligrosa. – Comenzó con un tono bajo pero fuerte que a causa del eco resonó por todos los rincones del escondite – Tendremos que atravesar la Zona Oscura del bosque. El lugar menos seguro de la superficie. Solo un necio pensaría que será un viaje seguro. Seremos emboscados. Acosados. Atacados sin piedad. Así que se los advierto ahora. No se hagan los héroes. No quiero mártires. Al primero gracioso lo mataré yo mismo, si sobrevive. El que se quede atrás, puede darse por perdido. No sacrificaré a la mayoría por la desgracia de uno. – Zaine sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Porque a pesar del tono helado del mercenario, no se creyó ni una sola palabra – Es todo. ¡En marcha!

El jefe de los mercenarios concluyó su discurso. Con un chasquido de sus dientes puso a Noche en movimiento, pero no dirigió a la pantera demasiado lejos. Zaine se sorprendió de verla parada frente a él. Alzó la vista, encontrándose con la mano de Jason extendida. Una sonrisa en su rostro.

A su espalda podía escuchar los murmullos de los nuevos. Su sorpresa. Pero cuando miró al costado vio a Ayala aguardando. El cazador suspiró, tomó su bolsa del suelo y la tiró sobre su espalda antes de aceptar la mano de Jason. La sonrisa del mercenario se curvó en una mueca de aprobación y ante las miradas escépticas de los recién llegados Noche se dejó montar por un desconocido.

– Tengan mucho cuidado – dijo Kaya llegando junto a ello, ofreciéndole a Jason un pequeño recipiente color hueso. Olía a hierbas y agua de manantial. – Estate pendiente de tus heridas. No dejes que se infecten.

– Yo nunca salgo herido. – se vanaglorió Jason.

Zaine no sabía si era en serio o no.

Él mismo habría abierto la carne de Jason una y otra vez solo para encontrar su sangre esfumarse y los cortes eliminados meros segundos luego. Y sin embargo Kaya no pareció aliviada en el absoluto.

– No temas Kaya – comentó el cazador dejando descansar su mano sobre el hombro de Jason – Yo le cubro.

La expresión de la Suthaly se relajó casi tanto como la de Amal se iluminó.

– Zaine, me ocuparé de los niños en tu ausencia – prometió el Ishtelita dirigiéndoles una reverencia. – No les dejaré olvidar lo aprendido.

El cazador asintió y como quien decide que es el final de la conversación Jason puso en marcha a la pantera. Ayala trepó sobre los lomos de su venado para seguirlos y tras ella el resto de los jóvenes emprendieron la marcha.

Crónicas de la Superficie: Los CondenadosOnde histórias criam vida. Descubra agora