– Pero sí que eres quien le da de comer – le recordó Jason, saltando el otro lado de la valla. – Esa mano no se muerde.

– Ayala también lo alimenta – contestó Zaine. Decidiendo que era suficiente entrenamiento por el día, descendió de su lomo – Mientras tenga a alguien más seguirá haciéndolo. Tiene que demostrarles a las hembras quién es el jefe.

Tomó las riendas, dirigiendo al inquieto animal junto a la caseta donde ordeñaban a las ciervas. Al verle acercarse las niñas que llenaban las cubetas con leche se levantaron para recibirlos. Algunas corrieron a saludar a Jason, pero el resto le rodearon. Zaine se sentía un poco incómodo por la forma en que habían comenzado a tratarle luego de que empezara con las clases.

– ¡Bienvenido maestro! – dijo la mayor de las muchachas. Una niña que apenas cumplía trece años. – ¿Ya domó a ese malcriado?

Zaine se encogió de hombros. Maestro era como él solía llamar a su protector. Un título que se le atribuía a un hombre al que ni siquiera se aproximaba. Ni en habilidad ni en inteligencia. Y sin embargo, para estos muchachos quería dejar la misma marca.

El mismo ejemplo.

– Tomará un poco más de tiempo – admitió.

El animal le observó con sus profundos ojos oscuros y Zaine creyó ver resentimiento en ellos. Y el reflejo de Jason aproximándose. Entregó las riendas a la muchacha, y ella lo llevó dentro.

Verle comportarse pasivamente con las niñas era la prueba clara de que era realmente él el problema.

– Esto sería más productivo si Ayala lo hiciese – escuchó decir a Jason.

Zaine le observó pararse a su lado, observando el interior de la caceta.

– Es la jefa de los centinelas – le recordó Zaine. – Está trabajando ¿recuerdas?

– Que lo haga en su tiempo libre – insistió Jason. – Es su culpa que ese venado sea tan desagradable.

– También podrías hacerlo tú – le recordó el cazador. Giró sobre sus talones, acercándose a una de las hembras y tomando un cubo lleno de leche. – No sé si lo has notado, pero los animales te respetan. Tienes el olor de Noche. Eres quien la controla y por lo tanto para ellos eres como el máximo depredador.

– Hum – murmuró Jason apoyando una mano sobre su mentón – ¿Es así?

Zaine detectó un cambio en su tono de voz. La malicia que venía cargada de segundas intenciones.

– A que no te parecen tan estúpidos ahora – comentó Zaine, viendo la sonrisa de Jason nacer en su rostro moreno.

– Estás aprendiendo Sunshine – murmuró el mercenario, acercándosele peligrosamente.

Zaine sintió sus latidos acelerarse. A esa distancia, ya podía sentir el olor a cigarro que emanaba de Jason.

Pero ellos no estaban solos y Zaine no tenía intenciones de dar una escena. No después de lo que ocurriese con Kaya.

Giró sobre sus talones, dejando a Jason con una mirada curiosa en el rostro.

– Llevaré esto a la cocina – dijo alzando el cubo – Kaya lo necesita para el postre de esta noche. – Jason asintió, retomando el camino de regreso junto a su pantera. – ¿No vas a venir? – preguntó al verle marchar.

EL mercenario no se detuvo, así que Zaine le siguió.

– Jais – comenzó Zaine, pero Jason le detuvo con un gesto de la mano. Recogió el cepillo del suelo, observándole con el rostro impasible.

Crónicas de la Superficie: Los CondenadosWhere stories live. Discover now