42. Aceptar la realidad

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La profesora Umbridge, que había estado recuperándose en la enfermería, se marchó de Hogwarts el día antes de que terminara el curso. Por lo visto, salió con todo sigilo de la enfermería a la hora de comer con la esperanza de que nadie la viera partir, pero se encontró a Peeves por el camino que aprovechó su última oportunidad de poner en práctica las instrucciones de Fred, y la persiguió riendo cuando salió del castillo, golpeándola con un bastón y con un calcetín lleno de tizas. Muchos estudiantes salieron al vestíbulo para verla correr por el camino, y los jefes de las casas no pusieron mucho empeño en contenerlos. De hecho, la profesora McGonagall se sentó en su butaca en la sala de profesores tras unas pocas y débiles protestas, y la oyeron lamentarse de no poder correr ella misma detrás de la profesora Umbridge para abuchearla porque Peeves le había cogido el bastón.

Llegó la última noche en el colegio; la mayoría de los estudiantes habían terminado de hacer el equipaje y comenzaban a bajar al Gran Comedor, donde se celebraría el banquete de fin de curso.

—¡Vamos, estoy muerto de hambre! —le dijo Daphne, que esperaba junto a la puerta del dormitorio.

—No tengo hambre.

Cassiopeia había dejado de comer mucho luego de la muerte de Sirius. Comía, pero no como antes, dejaba la mitad de la comida y se la daba a Theo.

—Cassie, tienes que comer... —musitó Daphne— tú misma lo has dicho, siempre, es importante alimentarse bien.

—Estoy bien.

—No, no lo estás —replicó Daphne—, pero sé que pronto estarás bien. Eres fuerte, te conozco —le regaló un abrazo y luego se alejó para mirarla—. Iré al gran comedor con las esperanzas de verte ahí.

Daphne salió, dejando completamente a Cassiopeia sola. Ella solo se sentó en el borde de la cama, viendo como un calamar gigante nadaba por el lago.

Varios minutos después, salió del cuarto y de la sala común de Slytherin, caminó por el vacío castillo, en un momento, divisó a alguien al fondo caminando con un cuaderno en su mano y una pluma muggles mientras en su boca se encontraba un cigarrillo. Se fijó y comprobó que era Olivia.

—Hola —la saludó Olivia al tiempo que anotaba algo en su cuaderno.

—¿Utilizas cuadernos y plumas muggles? —preguntó con curiosidad. Conocía a pocos magos de sangre pura que utilizaran objetos muggles.

—Sí, me gustan muchos los objetos muggles, son muy interesantes —respondió sonriendo al tiempo que cerraba su cuaderno—. ¿Por qué no estás en el banquete?

Cassiopeia se encogió de hombros.

—No me apetecía ir.

—Entiendo —tomó el cigarrillo entre sus dedos y la observó—. Lamento la muerte de Sirius. Hermione me contó de su inocencia y lo mucho que lo querías.

Cassiopeia se limitó a asentir con la cabeza, pero se dio cuenta de que por algún curioso motivo no le molestaba que Olivia hablara de Sirius. Observó el cigarrillo y tuvo la curiosidad de preguntarle desde cuando fumaba (cosa que ella desconocía de Olivia), pero decidió no hacerle esa pregunta.

—Tú puedes ver a los thestrals... —dijo recordando la clase de Hagrid— ¿Se te ha muerto alguien?

—Sí —contestó Olivia con naturalidad mientras el humo salía de su boca—, mi abuelo. Era una gran persona y un día falleció frente de nosotros. Neville y yo teníamos nueve cuando sucedió.

—Lo siento —murmuró Cassiopeia.

—Sí, no fue lindo tener que presenciar su muerte a esa edad—continuó Olivia—. Aceptar su muerte tampoco fue fácil, sabes, uno logra salir adelante.

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