Día 1: a mal paso, darle prisa

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Se separaron para dejarse ver la misma expresión alegre.

—No sabemos de ti en meses, y cuando nos contactan los niños resulta que ya hasta te vas a casar —Andrés Guardado fue el primero en justificar.

—Imagínate la sorpresa —Javier Hernández -Chicharito para los compas- prosiguió—: nos marcó el Dieguín ayer en la noche y en chinga nos lanzamos al aeropuerto para venir lo más pronto posible: no es algo que quisiéramos perdernos.

El firmamento se coloreó en demasía, y le había mejorado un mil por ciento la tarde a Memo ver a sus mejores amistades acompañándolo en su momento más vulnerable. Todos se integraron en una amena plática que un joven camarógrafo no despreciaría, captándola con su artefacto para que después el departamento de Edición la usara de fondo con el testimonio que Ochoa les había dado un día antes.

—Guillermo —Henry irrumpió en el gustoso reencuentro—, me alegro que me hayas hecho caso trayendo a tu gente.

—Son como mis hermanos —sonrió contagiosamente.

—Se nota, luego les doy su remuneración —. Asistir a la boda repentina de su mejor amigo donde además les iban a pagar: Dios si tenía a sus favoritos—. Escucha, quiero hacer que todo quede listo antes de que se oculte el sol. Tu pareja ya está por venir, ¿crees que tus amigos me puedan apoyar? Solo quédate con uno junto a ti por si se necesita, de preferencia de los que ya me firmaron consentimiento de aparición porque no tengo tiempo de traer más.

Javier y Andrés acataron las indicaciones y fueron a tomar lugar entre el tumulto de desconocidos. Kevin y Diego disputaron el puesto restante con un piedra, papel o tijera, resultando el último responsable de ser el apoyo moral de Guillermo: así fuera por un juego de azar y muy por encima de provocarle dolores de cabeza constantemente, la despreocupada sangre y espíritu libre de Diego siendo el más joven lo reconfortaba mucho sin reconocérselo, lo necesitaba a su lado.

—Ya viene, Henry —al aludido le avisó una voz distorsionada que provenía de su radio. Dio indicaciones a todo mundo menos a los extras y su protagonista, quien se había volteado a con Diego para que le diera sus últimas palabras de aliento y le ayudara con pequeños detalles de su presentación física.

Detrás de él, el factor inesperado se estaba acercando. Las luces de todas las cámaras indicaban que ya estaban en funcionamiento.

El siseo de la audiencia apenas perceptible se hizo presente: Andrés y Javier vieron confusos a Kevin que tampoco estaba al tanto de lo acontecido (o no del todo).

—Me estoy cagando de miedo, boludo —el otro participante que se subía al altar cuchicheó a uno de sus amigos, pero su voz fue lo suficientemente fuerte como para que entrara a los oídos de Ochoa y los micrófonos esparcidos.

Esa voz. Ese acento. Esa jerga. Se torció sin la señal previa de nadie para quedar de frente y sentía cómo su alma abandonaba su cuerpo al percatarse de la realidad.

—Ay verga...

—Comes —Lainez no desaprovechó la oportunidad musitando ante aquella vulgaridad y se asomó por un lado de su amigo para saber a lo que se refería—. ¿Qué sucede wey?

Guille estaba atónito, y más que eso, estaba encolerizado. Parecía otra especie de mofa mal hecha por parte del ejecutivo mediático.

—¿Él? —se dirigió iracundo hacia Henry—. ¿Me emparejaron con él? ¿Con él y no con una mujer? ¡¿Qué clase de chingaderas son estas?!

El director hizo una señal agitando la mano delante de su cuello para indicarle a las cámaras que cortaran la grabación, aunque la reacción de Guillermo era la que menos esperaban los enterados y de lo pasmados que estaban dejaron rodando la mayoría de los dispositivos. —Ochoa, por favor, tranquilízate.

Acepto, supongo || Dibu x OchoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora