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Mariano Guzmán nunca fué un alfa como el que las peliculas y propagandas pintaban, de esos que hacían cosas violentas y bruscas para impresionar omegas. No, él no veía el sentido en esos actos, prefería mil veces escribir poemas para conquistar a alguien, era mucho más bonito y romántico. O bueno, eso creía.

Digamos que su manera de ver el mundo era... diferente a la de otras personas de su edad. Es esa razón por la que a sus veinte años no tenía novia y no tuvo una sola relación en toda su vida. Siendo sinceros, no le importaba ya que a diferencia de otros, para él no servía de nada tener tantos omegas como los dedos de su mano si no podía amarlos a cada uno.

Prefería esperar al indicado y quererlo de la manera más bonita del universo, adorarlo como se debía y pasar el resto de sus días a su lado. Era uno de sus sueños más grandes encontrar al amor de su vida, aunque muchas veces le habían dicho que era demasiado codicioso respecto a sus deseos, que tal cosa era demasiado como para esperar obtenerlo.

Seguía sin entender porqué lo decían. ¿Qué tenía de codicioso buscar a alguien con quién compartir su vida? ¿Estaba tan mal desear amar y ser amado?

A veces se frustaba por no entenderlo. Sin embargo recuerda las palabras de motivación que su madre le brinda como consuelo, y suele tranquilizarse al instante. A veces sentía que su madre era la única que lo entendía.

Mariano suspiró, intentando buscar una manera en la que las cajas que tenía que llevar no pesaran tanto. Él trabajaba, o mejor dicho, ayudaba en la tienda de su madre cargando cosas pesadas que ni ella ni el resto de trabajadoras podría cargar.

Ese día en especial no se sentía con ganas de hacer nada más que tirarse en su suave cama y descansar. No sabía porqué pero se sentía extrañamente nostálgico.

Salió de la tienda de su progenitora, cargando las dos cajas entre sus brazos, bloqueándose así la vista totalmente. Sintió el aire helado recorrerle la piel, al igual que ciertos aromas que ya podía reconocer los dueños golpearon su naríz.

Iba avanzando mientras intentaba reconocer cual le pertenecía a cada uno. El de fresas era de Doña Rosita, su casa era a donde se dirigía con aquellas cajas. El de leche fresca le pertenecía a Don Samuel, que manejaba una granja cerca. El de chocolate podría ser de María, no lo sabía. Era la hija menor de un vecino.

Uno por uno, pudo adivinar el aroma de los habitantes del vecindario, sin embargo hubo uno en particular que no pudo descifrar a quien pertenecía, ya que jamás lo había sentido. Era durazno y mango, se sentía extrañamente cerca.

Se extrañó demasiado al sentir ese aroma casi en frente de sus narices. Pero todo tuvo sentido cuando chocó con una persona y esta cayó inmediatamente al piso, al igual que él y sus cajas.

Maldijo en voz baja totalmente avergonzado, antes de abrir sus ojos y toparse con el ser más bonito que sus ojos pudieron presenciar en sus cortos años de vida. Era un chico que lucía de su misma edad o tal vez menor, cabello rizado y ojitos bonitos.

Y-Yo... Lo siento mucho❞ fué lo único que atinó a decir antes de sentirse lo suficientemente abochornado como para que sus mejillas se sonrojaran. El chico que asumía era omega por su contextura delgada y su olor dulce, lo estaba mirando realmente mal.

Creeme que yo lo siento mucho más❞ Le dijo el chico, intentando pararse, pero no lográndolo a la primera. Intentó que no le causara gracia, pero el rostro enojado de aquel era muy gracioso, más que todo curioso.

Está bien, déjame que te ayude❞ Pidió levantándose del piso.

Oh, no. Creeme que no es necesario❞ Demasiado tarde, porque Mariano ya estaba sosteniéndole de la mano y levantándolo de un solo tirón. El alfa sintió mucha ternura al ver la diferencua de alturas, pero a Camilo solo le pareció molesto que ese extraño sustuviera su mano incluso después de haberlo ayudado. ❝¿Podrías soltarme❞ Pidió, no de manera agradable.

Mariano cayó en cuenta cuando vió al chico rodar sus ojos de lo mucho que lo estaba observando y de que aún tenía su delicada mano entre la suya. Por eso soltó la muñeca del chico, pero no dejó de observarlo. ❝Lo siento mucho por eso, y lamento no haberme presentado, soy Mariano Guzmán. ¿Cuál es tú nombre?❞

El chico pareció pensarlo antes de hablar, pero segundos después ya estaba revelando su identidad. ❝Camilo Madrigal❞ Aseguró comenzando a caminar en dirección opuesta a la que Mariano iba. Poco le importó al Alfa, porque aún así acompaño al chico. ❝¿Se supone que me estás siguiendo porque...?❞ Preguntó el más bajo al verlo a su lado.

No eres de por aquí, ¿O sí? No tienes la pinta❞ Comentó Guzmán. ❝Camilo Madrigal es un nombre que nunca he escuchado en el pueblo

Camilo rodó los ojos ante la insistencia de aquella persona. ❝Hayas escuchado mi nombre o no, eso no quita que somos desconocidos. Y los desconocidos no se siguen por la calle, querido Mariano. Te agradecería que me dejaras❞ El más bajito dejó de caminar y se paró frente a frente con aquel alfa, teniendo que subir la cabeza para poder ver sus ojos. El tipo se veía avergonzado, y su olor solo lo delataba más. ❝Y aprende a controlar tu aroma, cariño, no eres un cachorro como para simplemente tirar tus feromonas por todos lados. ❞ Sonrió antes de dejar al alfa, quién se quedó con un rubor en las mejillas observándolo.

Mientras tanto, Mariano estaba seguro que había encontrado al amor de su vida en aquel chico bonito que acababa de conocer. La idea lo emocionaba demasiado, tanto así que recogió las cajas del piso y cumplió con sus deberes con inusual alegría.

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chxrrybae

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