13. Decaffeinato II

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Crucé el jardín y caminé como siempre por el sendero. A lo largo del camino, las rosas y flores desplegaban su esplendor, decorando cada rincón de la calle y las fachadas de las casas. Cuando llegué a aquel lugar por primera vez, tuve que comprobar las plantas con mis propias manos, ya que al principio pensé que eran artificiales. Todas eran reales y se veían increíblemente hermosas. Tomé el atajo por un callejón entre dos edificios que estaba adornado con macetas de margaritas de colores en toda su extensión, aquel atajo daba a parar justo frente al bar, después solo tenía que cruzar la calle.

Me detuve en la entrada del Mamamia con la mano puesta en la puerta de cristal y respiré hondo. El día no había comenzado y ya quería regresar. Estaba cansada por no haber dormido casi nada y desmoralizada por ser ignorada por Alessio. Aún así, no podía darme por vencida; debía encontrar el momento para advertirles.

Entré al Mamamia y saludé. A pesar de que intenté disimular mi estado de ánimo, todos se dieron cuenta de inmediato.

—E' un mondo difícil (es un mundo difícil) -dijo como siempre uno de los clientes de negro en el fondo, era al que llamaban Aldo.

—Es un mondo difícil -le respondí a coro al mismo tiempo que el resto de mis compañeros. Ese día en caja estaba Paola y en servicio al tavolo estaba Milo. Miré a mi alrededor, sabiendo que ese día no vería a los Cacciatori aparecer por la puerta del bar. Respiré hondo y me fui a los vestidores.

Saliendo de colocarme el uniforme, vi entrar a los chicos rumanos que estaban en las labores de campaña electoral de Nicassio.

—¿Nos preparas tres cervezas a la espina? —dijo Mica. Eran apenas las ocho de la mañana, pero no era extraño que los rumanos tomaran una buena cerveza antes y después del trabajo. Me puse a preparar las cervezas mientras ellos seguían conversando.

—¿Cómo están tu chica y el bebé?

—Todo va perfectamente. Si todo sigue así, nacerá a finales de noviembre.

—¿Y ya saben qué es?

—Será un varoncito. Soy muy afortunado de que ella me haya aceptado por fin.

—Andreade tiene mucha suerte de tener a alguien como tú. No cualquiera se hace cargo de un niño que no es suyo. -no quería husmear en la conversación, pero trabajar en un bar significaba enterarte de cosas y escuchar el nombre de Andreade, la ex de Aidan, me paró las orejas como a un cachorro.

—Entonces conoces a Aidan, su ex, ¿verdad? -me aventuré a preguntar antes de poder controlarme.

—Sí, sí... era mi mejor amigo, pero después de cómo se portó con Andreade, corté relaciones con él.

—¿Sabes dónde está? —intenté no sonar demasiado ansiosa, pero con poco éxito.

—Lo vi la semana pasada cuando fui a Rumania, está muy feliz, se está dando la buena vida entre mujeres y alcohol. —por supuesto que sí, me dije, eso sonaba más coherente que pensar que lo había desaparecido mi cuñado, porque era el jefe de algún tipo de mafia italiana de los suburbios.

—¿Qué harás si regresa y sabe que estás con Andreade? —bromeó el que aparentaba poco más de cuarenta años, dándole un golpe en la espalda. El chico rió. Se levantó la manga y mostró la enclenque musculatura de su brazo.

—Correr. —dijo simplemente y se echaron a reír. No tenía que conocer mucho para saber que el tal Aidan le partiría la cara cuando se enterara, pero por ahora, ese chico que pretendía a Andreade la quería y cuidaba de ella. De alguna manera, me alegraba por ambos.

Respiré aliviada mientras terminaba el pedido. Al menos ahora ya sabía que Aidan el rumano estaba bien. En mis adentros, me planteé pedirle disculpas a Alessio más tarde, otro elemento que agregar a la lista de cosas que tenía pendientes con él.

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⏰ Last updated: Mar 17 ⏰

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