Harwin

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Un día le dará una paliza a Sir Criston Cole.

Fue el primer pensamiento de Harwin Strong al entrar al campo de entrenamiento esta mañana y observar al perro de la reina ser un imbécil (más de lo usual) con sus hijos.

Amaba a esos niños más que nada en el mundo, lamentaba todos los días no poder reclamarlos como suyos, pero moriría por ellos.

Por eso no le hizo ni una pisca de gracia observar como el Perrito Cole(o la perra de la reina, como solía llamarlo en su cabeza) trataba a Jace, gritándole cada pequeño error.

En ese momento él y Aegon estaban practicando con sus espadas de madera, hasta que vio a Lucerys sentado con Amond observando la lucha. Le dio ternura el cómo ambos estaban casi acurrucados juntos hablando en voz baja, y decidió acercarse.

– Mis príncipes – exclama con una torpe reverencia– nunca había visto este tipo de entrenamiento.

Lucerys sonríe divertido, mientras Aemond solo lo mira fijamente.

– Sir Cole me ha prohibido entrenar

Eso hizo que sus cejas se elevarán con sorpresa

– ¿Ah, si? Hablaré con él

Con otra reverencia se despidió y fue a hablar con la perr... Sir Cole
– Sir Cole– saluda

Él lo mira con ojos fríos y con desdén
– Sir Harwin.

Puedo preguntar por qué los príncipes menores no están entrenando.

– El príncipe Aemond puede entrenar si lo desea, el príncipe Lucerys debe reposar.

– Puedo preguntar por qué?

– Aunque le concierne únicamente a los padres del Príncipe– le dijo con burla– Hubo un incidente, y se lastimó, necesita descansar.

Al principio le molestó la burla, pensando que se estaba burlando de la paternidad de Lucerys, pero luego lo pensó mejor, y la burla más que despectiva era fanfarrona. Lo cual le molesto mucho más.

– Escuché sobre el incidente, fue hace un mes?

– Si así fue.

– La princesa Rhaenyra menciono que estaba completamente recuperado.
Eso lo hizo merecedor de otra mirada helada.

– Estoy seguro de que lo hizo, pero solamente quiero asegurarme de que el príncipe esté totalmente recuperado antes de volver a entrenar.

Sus palabras hicieron que sus puños se cerrarán con fuerza. Cerro los ojos y contó hasta diez, al abrirlos Sir Cole tenía una mirada de suficiencia en su rostro, el cual le encantaría borrar a golpes.

– Después de todo soy su... Entrenador.

Esto último le llamo la atención, lo había dicho de tal forma, que parecía que quería decir otra cosa. Mientras él estaba en silencio analizando sus palabras él continuaba con su monólogo.

- Pero, si realmente tienen un problema puede hablar con la reina– termino con un desagradable sonrisa.

– No es necesario, nada más tenía curiosidad.

Sin más salió de ahí, antes de sucumbir a sus deseos de violencia.
Mientras subía las escaleras de piedra se detuvo y observo de nuevo a sus chicos, pero algo lo hizo enfurecer más de lo que ya estaba.

La perrita Cole estaba con Lucerys, más específicamente estaba hablando con él, y le ponía una de sus feas manos encima de su hombro, podía notar que el Príncipe de cabello plateado a lado de él tampoco estaba muy feliz de tener que compartir la atención de su sobrino.

Sir Cole le acaricio la cabeza alborotando sus rizos.

Maldito.

Nada más él podía hacer eso, y a veces Leanor, pero Cole no tiene derecho.
Si, definitivamente va a darle una paliza algún día.

De eso estaba seguro.

El Deber De Un Padre Where stories live. Discover now