Como se supone ese día iba a estar destinado a la primera prueba de los nuevos reclutas, el suelo de todo el complejo estaba tapizado de arena, no estábamos en la estación fría así que ocultar las municiones con nieve no era una opción. Así que en lugar de tirarle una lluvia de flechas a un montón de mocosos asustados, los pusieron a mover arena con sus manos. Algunos se enterraron granos dentro de las uñas, otros las perdieron por la presión de: "el que recolecté más rápido gana", en un asombroso periodo de 15 minutos, un pequeño circulo de quizá 5 metros de radio estuvo libre de arena, la circunferencia estaba delimitada por un montículo de quizá un metro de arena acumulada y arrastrada por los aprendices que sudados y cansados se reunieron en otro circulo externo con el resto de los Yuyan.

Como se supone era un reto de combate "amistoso" las espadas que nos entregaron a Aye-Li y a mí eran espadas sin filo, pero "sin filo" es un término muy amable para usar en un arma que con un tajo no podría cortar carne es verdad, pero con un fuerte golpe o estocada, bien podría dejar una marca o rebanar un dedo o dos. Como dije, al final, importa la sangre no la hermandad.

—Conocen las reglas—. Dijo Sangshik, el Yuyan más experimentado de la Orden, un viejo fornido y ciego de un ojo que lograba sacarle un provecho letal a su ojo restante—. El combate se acaba cunado su oponente haya sido sometido. Luchen con honor, defiende tu lugar —, me dijo a mi —. Gana tu nombre —, le dijo a Aye-Li.

El sol comenzaba a llegar a su punto más alto, el calor aumentaba sabía que en un combate de espadas lo más importante era la movilidad, así que opté por quitarme la camisa de lana de la noche anterior. Aye-Li me miró como si la hubiera traicionado, pero de verdad y lo juro por el mismo avatar, yo no recordaba que en un combate de la nación del fuego, en un básicamente Agni Kai, las condiciones de ambos involucrados deben ser las mismas. Ella palideció como la misma muerte, todos se le quedaron viendo muy expectantes. El rumor, el secreto mejor y peor guardado de la orden finalmente estaba a punto de ser develado.

Fúrica, Aye-Li enterró su espada en la tierra y poniendo una rodilla a tierra alzó las manos con las palmas hacia adelante.

—¿Se rendirá? —. Se preguntaron algunos, en verdad yo también lo hice.

—Por el honor que le fue conferido a todos los Yuyan de nuestra hermandad—. Comenzó a clamar ella—. Exijo que solo mi maestro sea el que tenga permitido juzgarme, ya sea que supere mi prueba final... o la pierda—. De nuevo alzó su mirada, sus ojos bronce eran bolas de fuego que me quemaban el corazón.

Aye-Li siempre fue la más inteligente y lo había probado en ese instante.

Nuevamente, yo asentí, pero no con duda como antes, sino con firmeza y asegurándome de que todos me mirarán. Sangshik aceptó la petición y acto seguido, Aye-Li se retiró su gi y todos vieron los vendajes que le rodeaban y le cubrían el pecho. El secreto se había revelado.

—Traición — gritaron unos —. Muerte a la impostora—. Exigieron otros tantos.

Aye-Li se quedó firme, mirando a la única persona que por el juramento de la hermandad, podía decidir su final, yo.

Solo aquel que haya tenido que elegir entre el amor y el "deber" sabe verdaderamente que el "deber" es solo una mentira que otras personas nos contaron para hacer las cosas que ellos no quieren hacer. En ese momento, mi deber era iniciar una pelea y acabarla en un movimiento, en ese momento mi deber era ser un arquero Yuyan, mi deber era seguir siendo un engranaje más en la maquinaría de la maldita guerra que había perdido sentido 100 años atrás, en ese momento... Lo entendí y más importante aún, lo recordé.

La nación del fuego, el ejército, los Yuyan... todos eran la misma cosa, eran una estructura creada para decirle a niños temerosos cuya vida fue reducida a cenizas, que su deber era llevar "la grandeza" de su patria al resto del mundo.

No importan los juramentos, no importa el honor... lo único que importa, es la sangre.

—¡Corre! — le grité a la mujer que amaba. La tomé de la mano y usando la espada para cortarle su mano al único que podría detenernos, la arrastré fuera del cuartel.

Corrimos y corrimos y seguimos corriendo hasta que el cielo se puso negro y nuevamente azul, subimos montañas, atravesamos bosques y seguimos tanto y tan lejos que para cuando mis pies sangraban y Aye-Li había dejado de hablar, vimos por fin las banderas rojas de la nación del fuego, convertirse en los estandartes verdes del reino tierra. Las colonias finalmente estaban detrás de nosotros.

—¡Estaremos a salvo! —le dije a Aye-Li acariciando su mejilla. Ella me miraba confundida y quizá molesta.

—¿Por qué Longshot? — me preguntó al cabo de un rato.

—Porque no habría importado nada si ganabas, porque la nación del fuego envenena a su gente con cuentos de honor y deber, pero al final las cosas se reducen a un montón de idiotas haciendo un circulo para ver a dos de sus "hermanos" golpearse hasta morir". Porque si tengo que elegir entre una vida de honor y deber en donde asesino personas por orden de un tirano que nunca he conocido o un mundo en el bosque contigo, elegiré siempre el bosque, elegiré siempre estar contigo.

Si tuviera que pensar que moriré en esta prisión y me dijeran que eligiera cuál fue mi época de mayor felicidad, sin chistar elegiría esas 2 semanas en las que Aye-Li y yo vagamos por el bosque. Éramos dos asesinos entrenados en el combate, la supervivencia y el sigilo, en menos de un día habíamos creado nuestras nuevas armas y robado la comida y ropa necesaria para hacernos pasar por gente del reino tierra. Yo usaba lo que parecía ser un viejo uniforme de color azul marino con un cinturón y adornos en blanco, un par de botas de cuero de cerdo-oveja y Aye-Li consiguió un pantalón marrón de lana con una camisola de color rojo que ceñía a su talle con un cinturón de cuero. Ya no éramos esclavos de la nación del fuego, ella ya no tenía que ocultar su identidad y yo no tenía que mantener la máscara. Con su ayuda, el molesto y largo cabello que había cargado toda mi vida por "tradición" finalmente se había ido.

No importaba nada, no importaba nadie, solo ella y yo y el bosque. Pero entonces, una noche, mientras yo meneaba un caldo en nuestra fogata de nuestro hogar de ese día, un claro entre enormes secuoyas y Aye-Li afilaba las puntas metálicas de nuestras flechas, obvio conseguidas de un desafortunado contingente de la nación del fuego que pasó por nuestro bosque, recibimos la visita de las personas que le dieron un significado nuevo a mi vida.

Eran rápidos, muy rápidos, pero poco eficaces en sus ataques y el sigilo no era su fuerte, sobre todo el del tipo grande y rechoncho, un total de 15 o 20 jóvenes de entre 11 y 19 años, salieron de los arbustos, cayeron de los árboles. Peleamos, nos golpeamos y cuando entendieron que no nos rendiríamos, su líder salió de entre las sombras.

Lo admito, siempre fue bueno con las espadas y un líder nato, pero ese contingente no era un verdadero equipo, no hasta que él nos hizo el mejor ofrecimiento que cualquiera me haya hecho en la vida.

—Hola—, dijo sonriendo altaneramente, con ese pedazo de trigo en su boca—. Mi nombre es Jet y mis amigos libertadores y yo, les tenemos una propuesta. 

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