Abrázame hasta la muerte

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En el féretro de mi habitación podía escuchar el retumbar de su corazón en mi oído. La cama estaba fría, mi cuerpo estaba frío, hacía frío. Pero ahí, abrazada a su pecho y con sus brazos rodeándome fuertemente, sentía el cálido ardor de una llama en mi.

Aún así, no paraba de temblar. Si por mis huesos fríos o el llanto incontrolable, no lo podía saber.

Solo sabía que a pesar de todo, estando con ella, con mi fiel compañera, podía ser todo lo contradictoriamente posible que quiera, podía sentir frío en los huesos pero calor (ardor) en mi alma, podía llorar descontroladamente y aún así, por esa razón, sentirme tranquilizada, podía rogar por un abrazo y sentir en sus brazos que necesitaba huir porque me despedazaba, podía ser el torbellino de emociones que era, podía ser yo, triste, triste yo y mis penas.

Porque ella era mi pena, mi tristeza, mi amante eterna.

Ella quien me abrazaba con tanto fervor cada día, que me susurraba por las noches lo mucho que me entendía.

Mi depresión

Con ella, no tenía que fingir ser otra persona. Con ella podía ser yo. YOYOYO, triste yo. Era ella la única que entendía mi triste yo. No me decía las tonterías de tener que salir adelante, no me decía las estupideces de seguir intentando más. Podía rendirme, descansar.

Dejar de fingir ser feliz, o si quiera querer serlo. Ella lo entendía. NO QUERÍA SER FELIZ, no quería nada, estaba harta.

Y ella también.

Entonces me abrazaba.

Me abrazaba y me decía que estaba bien, que podía llorar con ella y no hacer nada más que eso. Podía pudrirme en el féretro en el que se había convertido mi cama y ella me acompañaría, no me dejaría sola. Podía soñar con ella que estábamos muertas, que había acabado todo y solo estábamos descansando por la eternidad. Podía sujetarme más fuerte cuando me comenzaba a fallar a respiración, me decía que me entendía y me llevaba al balcón para respirar aire fresco, me abrazaría y me comentaría en gracia (disfrazando el anhelo) sobre saltar y me reiría ante la broma o ante el gran alivio que me daba el imaginarlo.

Ella, ella, yo, en realidad yo, mi verdadero yo. Dejarla, dejarme no puedo. No lo entendían, nadie lo entendía. Hablaban de superación y de aprender a vivir con la depresión intentando ser feliz. ¿Es que acaso no lo veían? Ya vivía con mi depresión, no había superación ni felicidad, pero estaba bien con eso. Hablaban de salir adelante pero ¿es que acaso no tenía el derecho yo de no hacerlo? ¿de elegir quedarme? ¿o es que acaso ellos me abrazarían todas las noches? ¿ o es que acaso ellos llorarían conmigo todos los días? NO NO Y NO. No lo entendían, nadie lo hacía.

No me importaba sus advertencias, sus comentarios diciéndome que estoy absorbida por ella ¿y qué si lo era? Esto era lo que yo escogía, ella era lo que YO escogía.

No me importaba que me absorbiera y me dejará echa solo masas tristes de lo que yo una vez fui ¿En verdad importaba?

Decían que iba a terminar muriendo. Seguían sin entenderlo. Eso es lo que anhelaba ¿qué es lo que me estaban advirtiendo? ¡Hasta lo encontraba romántico!

Después de todo ¿Qué importaba ser absorbida, que importaba morir por un amor?

Ella era eso, un amante para mí, alguien que me acompañaría y me respaldaría hasta la muerte, cuando ella misma me vuelva un cadáver deprimente.

Amores que matanWhere stories live. Discover now