Un caos de novela

64 11 21
                                    

«Los escritores profesionales deben sentarse delante de sus computadoras, y no levantarse hasta tener tipeadas por lo menos mil palabras». Quién dijo eso, no lo sé. Pero yo no era profesional: después de media hora, y tres cafés, tenía un bloqueo atroz y un cero enorme en mi contador de palabras de Word. Traté de respirar y pensar en otra cosa. Casi abrí Netflix para ver una serie china, pero mi mente estaba demasiado dispersa.

«Voy a leer algo, a ver si me inspiro», me dije, y abrí Wattpad. Debí haberme dado cuenta de que algo andaba mal, ya que mi foto de perfil no era la de siempre: en vez de la mano de mi amado Wang Yibo queriendo alcanzar una mariposa, estaba Jimin de BTS.

Pensé que era un error mío: seguro había tocado algo que no debía. Pero, mientras ponía la foto correcta, noté que había muchos avisos: varias de las personas que seguía comentaban que les habían hackeado las cuentas y cambiado las historias. Algunos también tenían alteraciones en sus datos personales o fotos de perfil.

Sudé frío, si cabe el cliché, y me apresuré a abrir la primera historia que me salió en la lista: «Mente traicionera», una novela en la que había trabajado bastante, estudiando enfermedades psiquiátricas y tratamientos, para describir la esquizofrenia y los brotes psicóticos de Verónica, su protagonista.

El primer capítulo estaba bien, y los dos siguientes también. Respiré algo mas tranquila, mientras repasaba el capítulo cuatro por arribita, pensando que no valía la pena. Ahí empezó mi drama: un personaje secundario, que debía desaparecer para darle un giro a la trama, no había desaparecido.

El personaje en cuestión se llamaba Alter, y era una alucinación que controlaba a Verónica, paciente de una clínica psiquiátrica que sufría de esquizofrenia y un bloqueo, por algo muy malo que había hecho, y que solo la alucinación -y yo, por supuesto- sabíamos.

En el capítulo cuatro Alter y Verónica tenían una gran discusión, y la alucinación se marchaba. A partir de ese momento la protagonista mejoraba un poco, más bien muy poco, porque después, en los capítulos siguientes, se armaba un lío tremendo. Pero las cosas no eran exactamente como yo las había escrito: cuando termine de leer el capítulo, vi que Alter seguía junto a Verónica, muerto de risa.

«¿Pero qué es ésto?», pensé. Por suerte tenía el capítulo original guardado en mi computadora y, pensando que alguien que no tenía nada que hacer había reescrito -dios quisiera- solo esa parte, lo borré, y luego copié y pegué el que tenía guardado.

Para mi sorpresa, Wattpad no me permitió guardar la copia nueva, y cuando volví a intentarlo, encontré al final del capítulo una pequeña frase que me llenó de espanto:

Ni lo intentes, autora. Ahora la historia es mía, y no pienso irme. Alter.

                          ***

Pasé unos días caóticos, en los que luché contra Alter para salvar mi novela, y en los que avancé dos pasos para retroceder tres, mientras la maldita alucinación dominaba a mi protagonista y se me reía en la cara con sus notas al final de cada capítulo: «Buen intento», decía una. «Lástima trabajar tanto para nada».

En mi novela había otro personaje: Marcos, la pareja de Verónica, además de los secundarios. El peor de ellos era Alex, el villano de la historia, un hombre tóxico y enamorado de la protagonista hasta la obsesión. Yo había construido una historia de amor y redención entre Verónica y Marcos, en donde Alex, que se había dedicado a arruinarlos, recibía su merecido castigo. Alto cliché, lo sé. Pero Alter me arruinó todo: hizo que Verónica abandonara a Marcos para casarse con Alex, construyó a otro personaje femenino de la nada y lo casó con Marcos, y le organizó una boda por todo lo alto mientras se burlaba de mí a puras acotaciones:

«¿Qué te parece si hago que Verónica quede embarazada de gemelos, autora? ¿Te gustaría eso?».

—No. No me gustaría. Para nada —escribí en el capítulo, con formato de diálogo. Estaba tan indignada que no me di cuenta de que le había respondido a uno de mis personajes.

                            ***

Después de que comencé a dialogar con él, Alter perdió interés en la historia, a la que por fin pude encauzar un poco: mientras siguiera respondiendo sus preguntas, me dejaba reescribir «Mente traicionera». Ni soñar en copiar y pegar los capítulos originales: tenía que hacer un trabajo de hormiga, cambiando pequeñas partes a medida que aquel muchacho de ojos negros, sonrisa luminosa, y con unos lunares en la mejilla derecha, como había sabido describir a Alter no recuerdo en qué capitulo, conocía más y más sobre mi vida.

El día que lo vi parado a mi lado, observando lo que escribía, ni siquiera me asusté: Alter por fin había decidido salirse de la novela en el capítulo cuatro. Después reaparecía para ayudar a Verónica a recuperar su vida, pero eso era otra historia. No tuve ni necesidad de releer «Mente traicionera»: sabía que estaba tal cual como yo la había escrito.

—Autora... Es un gusto conocerte en persona —me dijo Alter, con toda la naturalidad del mundo. Era tal y como yo lo había imaginado: los ojos y la sonrisa eran las de un hermoso actor chino del cual supe hacer fanfics, años atrás:

—El gusto es mío... —Vaya si lo era; pero me quedé en la duda: ¿Esa hermosa alucinación se iba a quedar conmigo para siempre? ¿Me iba a dominar, como lo había hecho con Verónica? ¿Se me había zafado un tornillo?

—Me gustó mucho lo que hiciste con la historia —me dijo, por fin—. Yo nunca dominé a Verónica: yo era ella, y quería despertarla sin que lo que hizo -acá iría un importante spoiler de la novela, que por supuesto no voy a revelar- le provocara un nuevo brote psicótico.

—Era la idea —le respondí—, y me alegra que lo hayas entendido. Casi lo arruinaste todo cuando quisiste quedarte en el capítulo cuatro.

Alter se rió. «¡Por Dios! ¡Es precioso!», pensé, tratando de no lanzar un gritito histérico.

—Solo estaba jugando, autora. —Después me puso una cara de cachorro abandonado que era tremendo cliché, pero a la vez muy tierno—. No estás enojada conmigo, ¿verdad?

¿Cómo podía enojarme con él? A pesar de que había perdido varios días trabajando para nada, tener enfrente esos ojos y esa sonrisa valían cualquier esfuerzo.

—No, Alter. No estoy enojada contigo...

Volvió a sonreír de esa forma en que solo él sabía y, para mi sorpresa, se esfumó en el aire, tal y como había hecho en «Mente traicionera».

«En serio se me aflojó un tornillo», pensé. Pero me quedó un gustito a nostalgia: nunca más iba a ver a Alter más que a través de mi propia imaginación, o desde las páginas de mi libro. Pero a cambio tenía una excelente historia para contar, y por fin había logrado superar mi bloqueo de escritor.

«Algo es algo», pensé mientras apagaba la computadora: me debía una noche de descanso y, por qué no, de soñar con los ojos y la sonrisa más linda del mundo.

Ya sé; es tremendo cliché, pero los ojos y la sonrisa de ese actor chino lo valen.

                         FIN

Un caos de novela Where stories live. Discover now