〔 Capítulo 11 〕

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—Déjenlo pasar, está todo bien.

—¿Estás seguro Spreen?— Le preguntó la chica, no queriendo dejarlo solo.

—Seguro, no pasa nada.

Y solo con esa afirmación, ambos amigos del híbrido le abrieron paso al castaño, quien a paso lento ingresó a la oficina del oso.

Se notaba que había sufrido unas cuantas remodelaciones, pues aún podía ver cofres con materiales en las esquinas de la oficina y el olor a pintura abundaba en el lugar.

Cuando finamente sus ojos se conectaron con el rostro del híbrido pudo notar cómo se quitaba la máscara. Y Dios, lo admitía, nunca iba a cansarse de ver ese bonito rostro, y más en momentos donde sólo estaban ellos dos.
Si estaba haciendo aquello, dejándolo ver lo único que no le permitía a nadie, era porque tal vez estaban por buen camino, ¿cierto?

Eso le dio confianza, e intentó acercarse a él; pero las manos de Spreen se lo impidieron, tomando sus hombros e impidiendo que pudiera acercarse más.

—Che, pará. No te acerques o me mato.

—Qué dramático eres.— Intentó bromear, el pesado ambiente lo estaba ahogando.— Escucha, creo que tengo que pedirte perdón por lo que pasó la otra vez en esa fiesta.

—¿Crees que me tenés que pedir perdón?, ¿posta?— Su tono sarcástico no fue desapercibido por el colombiano, quien intentó quitar las manos del híbrido con molestia de sus hombros.

—Ay, si te vas a poner así ya ni te pido perdón y a la verga, pinche oso de cagada.

—Venís acá a amenazar a mis amigos y luego a hacerte el piola conmigo, cuando deberías estar lo más lejos posible de mí.— El oso soltó al de lentes, yendo a su silla y manteniendo su mirada fija en su escritorio.

Pese a todo lo malo que había pasado, Spreen estaba algo agradecido con esa versión alternativa del castaño, pues fue lo único que lo ayudó a sobrellevar la preocupación que sentía por no poder saber nada de la ubicación del mago; y es que en cierta medida Spreen sentía que todo el asunto del beso y los malos entendidos fueron por culpa suya, de no establecer límites definidos con él, y tal vez por ser demasiado permisivo. Es por ello que no podía estar enojado, triste tal vez, pero no podía enojarse con esa versión de Juan cuando sentía que él también tenía culpa.

Suspiró y le dirigió su mirada, y Juan podría jurar que, de haber podido ver el rostro del híbrido cuando murió su gata, estaba seguro que ni siquiera esos ojos estarían comparados a esos tristes que estaba viendo en ese momento.

—Juan, escúchame una cosa. Creo que yo tengo algo de culpa en lo que pasó también, pensé que había sido lo suficientemente claro contigo desde el principio, pero de igual manera malentendiste cosas que pasaron; creo que es por eso que no te he roto el ojete.

—¿De qué chingados hablas?, ¿qué malentendidos?— Juan deseaba con todo su corazón dejar de ver esos ojos llenos de lastima dirigida hacía él. No quería que esos ojos color plata lo miraran así, no con pena, no como si estuviera a punto de decirle algo que lo lastimaría.

—Ya sabes, todo el asunto del beso, dejarte hacerte el piola conmigo, creo que incluso el baile pudo ser algo que hayas malentendido.

—Pero si no he malentendido nada. Oso, esos momentos fueron especiales, ¿no?— El híbrido lo vio acercarse, y le impidió que pudiera tomar sus manos.

—No fueron especiales, Juan Qubico. ¿Fueron momentos divertidos?, obvio, la pasé bien con vos y estoy seguro que eres un pibe buena onda, pero has malentendido todo lo que he hecho, y eso también es culpa mía. Así que déjame aclararte cosas que debí haber aclarado desde el principio.— Spreen se puso de pie, volviendo a poner su máscara en su lugar y no quitandole la mirada de encima a su acompañante.— Primero, no te dejé ver mi rostro porque seas especial para mí, te dejé porque el loco de Reborn casi te mata por querer ayudarme, y sentía que te la debía. Segundo, todo el asunto de bailar con vos, estoy seguro que notaste que no quería al principio ¿sabés por qué? Porque el Juan que yo conozco también me invitó a bailar, y quería que ese recuerdo siguiera siendo especial. Tercero y más importante, vos no sos Juan, no sos mi Juan. Eres una versión alterna o alguna pelotudes así, pero vos no sos él y no podés tomar su lugar.

A cada palabra que salía de la boca del híbrido Juan sentía su corazón romperse un poco más, no quería escucharlo, no quería escuchar cómo lo rechazaba, y es que a pesar de todo aún mantenía la boba esperanza de que su rechazo viniera únicamente de sentir que era un intruso de otra dimensión; pero pensó que tal vez si le hacía ver que, pese a no pertenecer a ese lugar era una buena compañía, tal vez podría llegar a aceptarlo. Pero se equivocó, y vio que su lugar en la vida del oso nunca sería nada más que ser "una versión alterna" del Juan que él conocía cuando lo escuchó llamarlo "mi Juan."

SU Juan, un Juan que no era él.

¿Por qué debía ser él?, ¿por qué no podía tomar su lugar y quedarse ahí con el híbrido?, en su mundo estaba condenado a nunca conocerlo, estaba condenado a no vivir tanto como el resto de sus amigos; en su mundo no tenía a nadie que lo esperara, y realmente pensó que ese nuevo universo era su boleto de oro para salir y hacer una nueva vida.

No podía seguir escuchando ese rechazo, le dolía, lo odiaba, odiaba cada palabra que salía de la boca del híbrido.

Su único instinto, como siempre había sido en momentos donde se sentía vulnerable, fue tomar su arma y disparar. No supo realmente si le dio al oso, asumió que no fue así cuando escuchó la ventana romperse y al oso gritarle "¿¡pero qué te pasa, pelotudo!?, ¡esa ventana era nueva!", el sólo corrió hacia el santuario, cerrando nuevamente las entradas al santuario y encerrandose en la bobeda del lugar.

Se sentía tonto, sentía que se habían burlado de él. Puede que se haya hecho ilusiones él mismo, pero en su mente así no funcionaban las cosas.

Si el otro Juan no existiera, si estuviera muerto, tal vez tendría oportunidad con el híbrido y con esa vida para hacerla suya. Tal vez...

Y fue entonces que recordó algo, ese dedo de Chaman, encerrado bajo llave en la bobeda, impidiendo que cualquiera pudiera entrar y tomarlo. Tal vez esa era la respuesta a todos sus problemas.

Tenía dinamita en su mochila, mucho tiempo para intentar llegar a ese dedo y motivación lo suficientemente fuerte como para querer tomarlo.

Iba a quedarse y hacer de esa su vida, y si tenía que ser a la fuerza que así sea.

〔Why'd It Have To Be Him?〕; SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora