〔 Capítulo 11 〕

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—Permiso, necesito hablar con el oso.— Intentó pasarlos, sin embargo un empujón proporcionado por el mexicano le hizo retroceder.

—¡No vas a pasar de aquí men!

—Pero Mariana, cálmate.— Le reprochó Carola, aunque su mirada dura y amenazante no fue dirigida a él, sino al castaño que había intentado dirigir su mano hacia el arma que poseía.— El señor Spreen no recibe visitas hoy, se encuentra indispuesto.

—Ajá, como las últimas cuatro veces que vine intentando hablar con él. Ya Carola, no mames, si lo acabo de ver irse con Mayichi y el pendejo de Génesis.

—Cuidado con lo que dices, amigo.— Nuevamente, la imponente postura de Carola le hizo callarse, no era tonto como para ponerse a pelear con un vikingo que de por sí se le veía bastante enojado.— Si deseas hablar con el señor Spreen va a tener que ser cuando él quiera verte, mientras no sea así olvídate de pisar este territorio.

—¡Pero no es justo!, necesito hablar con él—

—Che, ¿y no has pensado en disculparte?— Fue el turno de Carrera de interrumpirlo, tal vez no estando tan molesto como sus compañeros, pero sí se notaba en su semblante serio que no estaba dispuesto a dejar que lo que sea que el castaño planeara siguiera lastimando a su amigo.—, para vos tal vez no fue para tanto lo que hiciste, pero a mi amigo lo dejó hecho pija; así que ¿por qué no antes de venir y hacerte el canchero mejor vas y te disculpas con él?

Juan debía admitir que se sintió mal luego de lo que había hecho cuando vio que la reacción del híbrido había sido huir; no era que se sintiera herido por el hecho de ser rechazado, no, realmente lo que le había disgustado fue ver que el oso parecía estar a punto de un colapso nervioso. Podría incluso jurar que si no hubiese tenido esa fea máscara puesta, los ojos del híbrido habrían estado cristalizados.

Era por eso que había sentido la necesidad de disculparse, y si tenía suerte tal vez y tendrían su escena boba de película mala donde aceptaban sus sentimientos mutuos y vivían felices por siempre.

Quizás era por esa pequeña esperanza de que las cosas se resolvería y resultarían bien entre ellos lo que lo motivaba a insistir en hablar con él, pero no esperaba que su mayor obstáculo serían los empleados del argentino, quienes le impedían acercarse a él.

Su paciencia tenía un límite, y había llegado a ese límite cuando se sintió regañado por los amigos de aquel a quien intentaba llegar. Tuvo suficiente de intentar ser pacífico.

No le tomó demasiado apartarlos una vez tuvo su arma en mano y les amenazó con dispararles. Bien, un problema menos, ahora sólo tenía que ocuparse de los otros dos que custodiaban la puerta de la oficina del empresario.

—Mayichi, Génesis, necesito hablar con Spreen.

—Ni de puta coña.— Respondió el azabache, ganándose una mala mirada y una amenaza con el arma de fuego por parte del colombiano.— Uy, que malo, que miedo te tengo; ¡venga ya!, a tomar por culo falso Juan. Si el Patrón dijo que no te quería ver, NO vas a pasar.

Juan no quitó en ningún momento su arma, es más, la acercó aún más al rostro del hombre, esperando poder asustarlo lo suficiente para que lo dejara pasar sin necesidad de dispararle. Pero no fue así, y debía admitir que la lealtad que le tenían al oso le sorprendía, no conocía a nadie que fuera capaz de resistir todo lo que los empleados del híbrido resistían, y todo por pura lealtad.

Era impresionante, pero no estaba en su mejor humor como para soportarlo.

Y parece ser que algún ser divino supo que estuvo a punto de cometer una locura cuando escucharon la puerta de la oficina abrirse, y del interior de la oficina escucharon la voz de aquel por el cuál estaba casi iniciando una pelea.

〔Why'd It Have To Be Him?〕; SpruanWhere stories live. Discover now