28. Celos en el aire

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Cuando la clase terminó, Cassiopeia se acercó a Harry, que tenía la mano sangrando por haber sujetado tan fuerte al que recibió un fuerte arañazo en la mano con los afilados dedos, dejándole dos largos y profundos cortes.

—Déjame ayudarte —murmuró Cassiopeia viendo que la mano de Harry seguía sangrando.

Para evitar tener que ir a la enfermería, los dos se detuvieron en una banca del patio. Era una suerte que Cassiopeia tuviera en su maleta su kit de primeros auxilios.

—Como vuelva a llamar tarado a Hagrid una sola vez... ¡Auch! —gruñó Harry cuando Cassiopeia pasó la pomada por su herida.

—No te mueva —demandó ella— y no pierdas tu tiempo peleando con Malfoy, ahora es prefecto, podría hacerte la vida imposible...

—Uf, no me imagino cómo debe de ser eso de que te hagan la vida imposible —replicó Harry con sarcasmo.

Cassiopeia sonrió mientras negaba los ojos y negaba con su cabeza. Ese era el chico que ella tanto ama, ciego, tonto y muy sarcástico.

Dejó un beso en su mejilla para luego seguir recorriendo juntos hasta el comedor y volver a tocar el tema.

—Solo digo que seas más listo —dijo ella, entrelazando su mano con la de él—. Discutir con Malfoy no hará que Hagrid regrese.

—Lo único que deseo es que Hagrid vuelva, nada más —comentó Harry en voz baja cuando estaban por los pasillos—. Y no se te ocurra decir que esa Grubbly-Plank es mejor profesora que él —añadió amenazadoramente.

—Ni si quiera lo pensé —repuso Cassiopeia.

—Porque no le llega ni a la suela de los zapatos —agregó Harry con firmeza. Era consciente de que acababa de presenciar una clase de Cuidado de Criaturas Mágicas ejemplar y estaba muy molesto por ello.

La puerta más cercana a ellos se abrió y por ella desfilaron unos cuantos alumnos de cuarto curso, entre los que estaba Ginny. 

—¡Hola, chicos! —los saludó con alegría al pasar a su lado.

—¿Qué tal Ginny? —respondió de la misma forma Cassiopeia.

Unos segundos más tarde salió Luna Lovegood, un tanto rezagada del resto de la clase, con la nariz manchada de tierra y el cabello recogido en un moño en lo alto de la cabeza. Al ver a Harry, los saltones ojos de Luna se desorbitaron aún más por la emoción y fue derechita hacia él. Muchos compañeros de Harry giraron la cabeza con curiosidad. Luna respiró hondo y, sin saludarlo siquiera con un «Hola», dijo:

—Yo sí creo que El-que-no-debe-ser-nombrado ha regresado y que tú peleaste con él y lograste escapar.

—Va-vale —balbuceó Harry.

Luna llevaba unos pendientes que parecían rábanos de color naranja, un detalle en el que también se habían fijado Parvati Patil y Lavender Brown (quienes estaban ahí cercas), pues ambas se reían por lo bajo y le señalaban las orejas. Y Olivia Longbottom, que estaba en medio de ambas, las codeo a ambas con seriedad.

Luna le lanzó una mirada fulminante y se alejó, mientras los rabanitos oscilaban con energía en sus orejas. La mayoría que estaban ahí se desternillaban de risa.

Olivia se acercó a Harry.

—Yo también creo en ti, Harry —dijo con voz fuerte y decidida Olivia—. No importa cuantas veces quiera el ministerio esconderlo, te creo y mi familia también lo hace.

—Gracias, Liv.

Harry supo apreciar el voto de confianza de alguien que no llevaba rabanitos colgando de las orejas. Las palabras de Olivia le habían borrado la sonrisa de la cara a Lavender, vio la expresión de Seamus, que era una mezcla de desconcierto y desafío.

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