Había una vez un niño.
Se veía como cualquiera, no tenía nada especial en su cara ni en su cuerpo por lo que podía pasar como cualquier niño a primera vista.
Sin embargo, no era así.
Nació en un lunes por la noche, su mamá se alegró mucho al verlo. Lo tomó entre sus brazos por unos segundos y después lo colocó en un cunero que había preparado unos días antes del parto y esperó un poco como era la tradición.
Pero no pasó nada.
Hace 50 años, nadie hubiera esperado nada, pero después de que cayó el meteorito, todos los seres humanos empezaron a transformarse, primero los habitantes más cercanos a Cuatro Ciénegas, al norte de México donde fue el impacto. Y de allí, a todos lados hasta extenderse por todo el globo terráqueo. Eso cambió todo.
El doctor miró unos minutos al niño pero no se levantó por los aires como hacía cualquier recién nacido, ni alargó sus brazos desde su cuna para llegar hasta su mamá.
La enfermera volteó a ver de reojo a Carolina y ambas se miraron con incomodidad.
—Debe de estar cansado, además de que es más pequeño que otros niños— trató de justificar el doctor—démosle unos días y si sigue así me llama por favor—le dijo entregándole una nota con la cuenta
Le enfermera se acercó para darle nuevamente al niño y Carolina lo abrazó suavemente y mirando su carita redonda y rosada pensó que era el niño más bonito que podía haber.
Pasaron los días, las semanas y los meses.
Cuando Carolina salía al parque o cuando se reunía con sus amigas a cenar, sus bebés pronunciaban palabras como"mamá" "papá", pero Albert, de poco más de dos años de edad, no pronunciaba ni una palabra, solo lloraba, reía y emitía soniditos con la boca.
—¿Lo has llevado con el doctor, tal vez es mudo?—preguntó una de sus amigas
—...O sordo...—agregó otra
—Si, ya lo revisaron pero me dicen que está sano—contestaba por centésima vez
—Podrías intentar darle terapia motriz, eso ayuda
Carolina se sentía muy mal cada vez que empezaban ese tipo de pláticas.
"¡Cómo si ella pudiera controlarlo todo!"
De pronto, volteó a ver a Albert pero no lo vió, su corazón saltó, se volvió de espaldas pero descansó cuando lo vió parado en la orilla de la ventana. Entonces todas voltearon a ver también y de pronto...
—D'ahj...lonica-pronunció lentamente
—¿Qué?—preguntó sorprendida
Y levantando su mano hacia el cielo señaló la estrella que pasaba cada mes tan cerca de la Tierra que podía verse brillando en cualquier noche oscura.
—¿¡Escuchaste!?
—Si! Dijo el nombre de la estrella!
Todas sus amigas empezaron a comentar mientras que Carolina sentía un poco de alivio.
A partir de ese momento, Albert empezó a hablar, pero se ganó el apodo de "el niño de d'Dahjlonica".
Conforme iba creciendo, los demás niños desarrollaban más sus habilidades.
—Vamos a dar un paseo!—gritaba Gio mientras se elevaba por los aires
Minutos después los otros cinco niños ya estaban junto con él, segundos antes de salir volando hacia la parte más elevada de las montañas
