𝐸𝓍𝓉𝓇𝒶𝒸𝓉𝑜 𝟦

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VANSS

No he sabido nada de Gerardo. Él no ha respondido ninguno de mis mensajes durante las pasadas dos semanas. Pueda que sea la distancia o quizá que este muy ocupado encargándose del Fuego Blanco, contemplando que Ernesto se ha vuelto (aun no de manera oficial) en el primer menester seguidor en todo Victoria, aunque en realidad no lo es.

Muy pocos lo saben, pero tanto Ernesto como Gerardo son en realidad fuertes sin fuerza, así que para ser sincera no podría llamarlo exactamente un triunfo para nuestra comunidad seguidora, sin embargo, gracias a ello la chica daga se ha ganado algunos simpatizantes de la misma después de que se le ha llegado a considerar la culpable de incinerar casi media Capital para detener la infección o puede que simplemente mi gente prefiera ver que reine alguien que luce como una de nosotros antes que otro fuerte.

Por lo pronto, mi estancia sigue siendo Santiago, pues continúo con la misión de reasignar refugiados para enviarlos a Teya dónde la reina misma supervisó que fuera (dentro de lo cabe) un sitio acogedor, considerando que no pueden seguir quedándose en una estación militar fuerte, por lo que familias enteras han sido reagrupadas a refugios con viviendas que incluyen empleos temporales en zonas aledañas, otorgadas por nada menos que del propio gobernador Misael Borja.

No me cabe duda que esto fue obra de la chica daga y su... control.

Me siento tan tonta con siquiera pensarlo, sin embargo, existe. Fui testigo de lo que Fergin hizo o más bien, de lo que me hizo, haciendo que la historia de los rebeldes ascendiendo hasta este punto, cobrara más sentido. No comprendo lo que debe sentir esa chica siendo lo que es ahora, pero vaya que si sé lo que es sentir miedo de un fuerte al igual que ser usada por uno y por eso, fue que en cuanto logró encontrar a su hermana gemela Cáterin, (la cual era tan distintas en actitud y personalidad pese que eran como dos gotas de agua) las ayudé a escapar.

De igual forma lo hubieran hecho sin mi ayuda, por lo qué antes de que dañaran a alguien en el camino, les brindé una salida con libertad incluida. Por supuesto que les propuse la oferta de que el Fuego Blanco podría ayudarlas en el momento que quisieran dándoles un par de direcciones en caso de que cambiaran de opinión, pero esa elección solo la dictará el tiempo.

—¡Vanesa! —escuché mi nombre a mi espalda, provocando que girara para visualizar a nada menos que al príncipe Benjamín Tamos.

Hacía tanto tiempo que no era llamada de esa forma o por menos no con la implicación o recuerdo al que me llevaba, que se sintió extraño oírlo. Debe ser mi culpa, yo misma se lo confesé cuando descubrí quien era, aunque he de admitir que no me molesta en su voz.

—Su Alteza —respondo con un ligero asentamiento ante su presencia.

—No es necesario, adelante —explaya con rapidez en un ademan de manos incitando a que no detuviera mi caminata—. Que fortuna poder verte por aquí todavía —mi expresión se contrae un tanto, pue nos habíamos visto dos tardes atrás en donde le conté que vendría hoy al sitio. No pareció notarlo ni recordarlo, por lo que simplemente continúo mi paso—. Supongo que son los últimos ciudadanos. Espero que la ayuda proporcionada les haya servido para pronto recolocarse en su cumbre.

—Por supuesto. El coronel Irruso y su comando fue muy amable y protector con todos nosotros.

Fue extraño de hecho. Aquel fuerte de nombre Eren transpiraba devoción absoluta por ese par de hermanos, dejando en claro que haría cualquiera cosa que ese par le pidiera, aunque a decir verdad pienso que el coronel fue amable porque le nacía serlo.

—Es bueno saberlo ¿a dónde irás después de esto?

—A Lorde. Es un viaje de días, así que será mejor que me dé prisa.

II. LA NACIÓN EN LLAMAS 🔥Where stories live. Discover now