Capítulo 158: La guerra: Cautivo

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Livia dio un escalofrío de placer ante eso, moviendo la cabeza con orgullo.

Castor le tendió la ropa a Remus y él la tomó, vistiéndose con cuidado. Buscó la varita en el bolsillo de sus jeans, pero no estaba allí.

— Ah — gruñó Greyback — ¿Estás buscando esto?

Sacó el palo largo y delgado de su propia túnica salpicada de barro. Remus sintió un horrible giro de añoranza por ello. — Me temo que no permitimos estos tontos juguetes humanos aquí. — Greyback sonrió. Tomó la varita de Remus con ambas manos y la rompió dejando solo dos pedazos.

Remus tuvo que luchar para no gritar. Esa había sido la varita de Lyall. De hecho, había sido la única cosa que Lyall le había dejado a Remus que no era completamente inútil. Se mordió el interior de la mejilla con fuerza.

Greyback le entregó los fragmentos de varita a Livia, quien los giró alegremente entre sus dedos como bastones. Remus levantó la barbilla, desafiante.

— ¿Qué quieres de mí?

— Quiero lo que siempre he querido, cachorro — Greyback se acercó, para que Remus pudiera oler su aliento agrio, sus narices a solo unos centímetros de distancia — Quiero cuidarte.

Extendió la mano para poner una mano en el hombro de Remus, y le tomó cada gramo de su voluntad el no retroceder o agacharse. Los largos dedos de Greyback lo apretaron de una manera paternal, pero un poco demasiado cerca de su garganta para su comodidad.

— He venido a unirme a tí. — suspiró Remus, luchando por mantener los nervios.

Greyback echó la cabeza hacia atrás y se rió. Fue una risa ronca y sibilante desde lo más profundo de su pecho.

— Eso es lo que me dicen mis hijos. Remus Lupin se ha unido a nosotros, dicen, ha abandonado el mundo humano... Pero me pregunto... — Se lamió los labios, mirando a Remus de arriba abajo con lascivia. — Me pregunto si Remus Lupin realmente ha cambiado sus caminos...

— Estoy aquí, ¿no? — Remus protestó — He pasado tres lunas con...

— ¿Y dónde has estado entre las lunas? — Greyback desafió. Olió el aire entre ellos. — Apestas a humanidad.

Con eso, soltó el hombro de Remus, empujándolo hacia atrás, con fuerza. Remus golpeó el suelo de piedra con un ruido sordo y un grito ahogado de sorpresa y dolor cuando su espalda se estremeció. Greyback se alejó, su manada se dividió para dejarlo pasar.

— Castor, Livia —gruñó— cuiden de nuestro invitado. Veremos si podemos arrancarle algo de esa... Humanidad.

Remus se puso de pie rígidamente y fue a perseguir a Greyback, pero Livia y Gaius lo bloquearon con sus cuerpos. Por encima de sus hombros, vio a Greyback salir de la iglesia a través de un arco abierto y desaparecer en el follaje verde brillante más allá.

Solo y sin varita, Remus se alejó de los demás con cautela. Se preguntó si podría aparecerse, pero no se atrevió, y después de todo, ¿Seguramente esta era la misión? Había logrado lo que se había propuesto; estaba en la manada de Greyback. Haciendo a un lado cualquier pensamiento sobre su hogar o sus amigos, Remus se enfrentó a sus captores. Ahora era el momento de ser valiente.

Livia se acercó a él primero, arrojando las partes astilladas de su varita y agarrando sus brazos, retorciéndolos con fuerza detrás de su espalda. Castor fue el siguiente, con la misma expresión estoica en su rostro. Estaba desenrollando un trozo de cuerda, sosteniéndolo.

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