Luego de todo el desastre que fue para Juan el enterarse que era hijo del Profeta, sus poderes lo llevaron a otra dimensión.
¿Cuál es el problema de esto? Que en su mundo dejó a otro Juan, uno que está ahí para sembrar el caos.
『 - Se shipean cubito...
—Pues felicidades, supongo. Eso no explica por qué están en mi casa.
—¡Vinimos a llevarte con nosotros!— Las palabras de Noni lo destantearon un poco, parpadeando un par de veces en el proceso.
—¿Llevarme?, ¿a mí?
—No es que tengamos ganas de hacerlo, pero si te dejamos solo sin supervición nada nos dice que no vas a intentar entrar a las casas de los demás a robarles.
—Touché.
Los tres hombres fueron escaleras arriba hacia la habitación del hechicero, siendo Noni el primero en revisar el guardarropa del mago para ver si tenía alguna cosa que el otro Juan pudiera usar.
—¿Y es muy necesario que me cambie?
—Hombre, pues la invitación dice "de gala"; no puedes ir con las tetas al aire.
—Que pinche gracioso eres Tani, con un plomazo en la cabeza estarías mejor.
—¡Encontré algo!— Para suerte de todos, Noni logró encontrar entre todas las cosas del hechicero un conjunto que si bien no era lo más elegante del mundo le serviría para pasar la etiqueta formal.
Y Juan debía admitirlo, era el tipo de ropa que él usaría, era un traje de gala con saco y pantalones negros, una camiseta de color vino y una bonita corbata roja con puntos negros. Apostaba a que se vería guapo para cualquiera que le pusiera el ojo encima.
Y fue entonces que la información que tenía conectó con todo, haciendo que sus mejillas se sonrojaran un poco.
—Eh, oigan— Llamó a ambos, quienes se habían quedado mirando la ropa.—, ¿saben si el oso va a ir?
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El sol comenzaba a ocultarse en toda Tortillaland, y esa era la señal de Spreen de que debían comenzar a arreglarse si es que querían llegar a tiempo a la inauguración de Marius.
Pese a tener muchas cosas encima, Spreen ya había prometido al pirata que asistiría a su evento sin importar lo que pasara; claro que nunca imaginó que tendría una guerra de por medio pero él era un hombre de palabra.
—¡Eu gente!— Llamó a sus empleados, quienes habían permanecido con él todo el día, arreglando la montaña y comenzando a reconstruir los cimientos del Pollo Feliz.— Se está haciendo tarde ya, y si queremos llegar a lo de Marius tenemos que irnos a cambiar ya.
—¿No prefiere que nos quedemos a trabajar Patrón?— Le preguntó Génesis.
—Nah, ya fue mucho por hoy, además suena re explotador dejarlos trabajando mientras yo me voy de joda. Vayan a cambiarse y nos vemos en los portales del Pueblo Verde para llegar todos.
Luego de una afirmación colectiva, Spreen se dirigió a su casa, sintiéndose algo cansado pero no podía retractarse de la promesa que había hecho.