Ni cinco minutos después, al fin pudo llegar al amplio comedor donde, sentados en una larguísima mesa, esperaban tres personas. Andy enderezó la espalda, cerrando los ojos por unos instantes para darse fuerza. Y aquello hubiese sido perfecto si de repente, apareciendo de la nada, un inmenso perro no se hubiese tirado sobre él, tirándole al suelo y empezando a babear todo su rostro con una lengua maloliente y rasposa.

—¡No creo que pueda olvidar nunca cómo nos hemos conocido! —La voz entrecortada por los jadeos de la risa fue de lo más reveladora—. Hacía tiempo que no me reía así.

Frente a él, Andy clavó la mirada en la figura del hombre más atractivo y alegre que hubiese conocido nunca. Se había presentado a sí mismo como Alex y ni siquiera la silla de ruedas que parecía limitar sus constantes movimientos podía opacar su imponente presencia. Con los mismos ojos negros que su hermano y él mismo poseían, y un liso y brillante cabello rubio, Alexander Douglas era la persona más hermosa que hubiera visto nunca. Con su sonrisa, además, se formaba un pequeño hoyuelo en la mejilla derecha.  

Junto a él, sentados y también tremendamente divertidos por su ridículo, le miraban fijamente Gregory Douglas y Dave, su esposo. Andy no había creído prudente preguntar por el apellido de aquel chico que tras la escueta presentación de su pareja se había quedado de brazos cruzados, algo enfurruñado.

—Ya basta, Alex, le estás abochornando —casi gritó el que debía ser Gregory. Al igual que Alex, poseía aquella belleza clásica en los Douglas: rubios, altos y arrebatadoramente sexys;  o al menos así los había descrito una de las más famosas revistas de prensa rosa norteamericana. Y por último, Dave. El que se suponía más cuerdo de los tres y que poseía un llamativo cabello rojo.

—Oh, claro, Alex. Mírale, se ha quedado tan impactado al ver tu horrible cara que no puede ni hablar.

—Greg, idiota. Aquí del único de quien se asustaría sería de ti. Aún no entiendo cómo Dave sigue soportándote.

—Quizás porque soy guapo, rico y sexy. Además de que le hago gritar en la cam...

—¡Gregory Douglas, cierra el pico! —Por increíble que pareciese, ambos callaron de inmediato ante la amenazante mirada de Dave. El pelirrojo se separó de ellos y se sentó en la silla que estaba junto a la de Andy, sonriéndole amablemente—. Perdónales, es defecto de fábrica, no lo pueden evitar.

Ambos abrieron la boca para protestar, pero, una vez más, fueron silenciados.

—Has dicho que te llamabas Andy, ¿verdad?

—Sí —contestó.

—No pongas esa cara. Chris es un poco travieso, pero no se come a nadie.

Vaya, y aquello era otra cosa. ¿Quién demonios había puesto a aquel perro feo y terriblemente maleducado, el nombre del que ahora era cabeza de una de las familias más importante en aquel país?

—Por cierto, ¿no iba a venir alguien más contigo?

—Sí, mi hermano, pero está terminando con los exámenes del semestre. Tardará unos días más en llegar.

Aquello era técnicamente falso. Si bien a su hermano le quedaban aún dos exámenes, era más que seguro que podría haberlos hecho el día anterior mismamente y aprobarlos sin problema. A Will, además de haberse quedado con toda el carisma de la familia, le tocó también una increíble inteligencia.

Anhelos perdidos [Extracto]Kde žijí příběhy. Začni objevovat