Luego de todo el desastre que fue para Juan el enterarse que era hijo del Profeta, sus poderes lo llevaron a otra dimensión.
¿Cuál es el problema de esto? Que en su mundo dejó a otro Juan, uno que está ahí para sembrar el caos.
『 - Se shipean cubito...
-Por anarquista.- Respondieron ambos, jefe y empleada, notando cómo el castaño no se esperaba esa respuesta.
-¿Cómo que anarquista?
-Digamos que intenté hacer una revolución contra suya, y la idea no le agradó así que desde entonces me tiene vigilada. Eso y porque como soy quien le cuida a su hijo se quiere asegurar que no lo lastime.
-Ya veo... ¿¡Dijiste hijo!?
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Juan ya se encontraba frente a la puerta de la oficina del temible híbrido, había sido escoltado por Carola hasta el lugar, donde pidió que esperara mientras él informaba de su llegada.
Tenía que admitir que, aunque no se sentía en peligro por estar con el argentino, si tenía una mala sensación, como si tuviera que recordarse constantemente su situación y tener en claro que no podía correr riesgos.
Extrañaba su vida, que si, puede que no fuera el mejor momento para estar ahí, pero era la vida que conocía y la que extrañaba. Quería arreglar las cosas con todas las personas a quienes lastimó, pedirle perdón a quienes trató mal cuando quisieron ayudarlo, ver a personas que le preocupaban tal vez.
En toda esa marea de cosas que deseaba hacer, la imagen de Spreen llega a su mente. Él no estaba cuando todo se fue al carajo para él, y no sabía realmente cómo podría tomar la noticia de que era hijo del Profeta. Y si era sincero, realmente no quería averiguarlo, prefería vivir por siempre con la duda de si lo odiaría también por algo que no eligió. Pero también sentía curiosidad, ¿y si era diferente?, ¿y si no lo miraba con odio, y en su lugar lo defendía?; ¿Spreen lo habría protegido de todos los que querían lincharlo?
No lo sabía, pero la sola idea de pensar que quizás Spreen lo quería como él lo quería le hacía feliz, que tal vez arriesgaría algo para mantenerlo seguro, así como él no dudaría nunca en ayudarlo. Puede que le gustara molestarlo un poco, pero nunca se negaría a tenderle una mano.
No se dio cuenta del tiempo que se quedó imaginando cómo habría sido la reacción del híbrido de su dimensión ante la noticia que le cambió la vida, pero cuando volvió a poner atención Carola ya estaba fuera de la oficina, esperando a que él entrara.
-Todo listo señor Juan, el Patrón lo recibirá.
-Gracias Carola, ¿no sabrás tú de casualidad de qué quiere hablar conmigo?
-No realmente, supongo que tiene que ver en cómo ayudarlo para que vuelva a su casa.
-Ojalá, gracias de nuevo.
-No pasa nada hombre, si necesitáis algo estaré aquí mismo.
Dicho esto último, Juan ingresó a la oficina que, aún si ya había visto una vez, no dejaba de parecerle intimidante.
Y tal vez el aspecto del híbrido le habría intimidado más de no ser porque lo vio con estampas en la cara, juguetes regados por el piso de la oficina junto a algunas hojas de papel y colores. No fue hasta que puso atención que una cabellera que no podría confundir le hizo abrir los ojos de sobremanera, seguramente viéndose cómico en el proceso.