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LYDIA

En esta vida todos tenemos una persona que odiamos con lo más profundo de nuestro corazón. Las razones son muchas, desde envidia, rencor, miedo, culpa... Tan solo tienes que elegir la tuya, proyectarla hacia la persona elegida y listo. Así de sencillo.

Yo en esos momentos estaba de pie, en el centro de mi habitación, mirándola directamente a los ojos.

—¿Quieres dejar de mirarte ya al espejo? Estas perfecta, Lydia, no le des más vueltas— la voz de mi mejor amiga, Anna, me sacó del trance en el que estaba.

'Estás perfecta'. Me repetí a mí misma, torciendo el gesto.

"Más quisieras".

Me eché un último vistazo. Me había puesto los últimos pantalones pitillos negros que me había comprado mi padre, lo había conjuntado con un top verde oscuro que no llegaba más abajo de las costillas y mis Vans favoritas, pero aun así había algo que no estaba del todo bien.

"Tú".

—Me falta una chaqueta— declaré y me puse a revolver en el armario.

Escuché un fuerte suspiro desde la cama pero lo ignoré.

—Lydia, ahí fuera hace 30 grados, no necesitas chaqueta.

Su cara apareció a mi lado y unos grandes ojos azules empezaron a recriminarme.

—Necesito la chaqueta, ¿vale?— me aparté y al fin logré encontrar mi cazadora blanca y me la pasé por encima de los hombros— ¿Ves? Ahora sí.

Me puso los ojos en blanco pero no soltó ningún otro comentario, cosa muy extraña en ella.

—Genial, pues vámonos que llegamos tarde— y comenzó a tirar de mi brazo hacia la puerta.

—No se puede llegar tarde a una carrera— protesté.

—Claro que se puede— me iba arrastrando por la casa con tanta prisa que casi me estampo contra la puerta del comedor.

—¡EY!

Intenté soltarme pero nada.

—Anna como sigas tirando voy a...

—¡Adiós señora Moore!— me interrumpió para despedirse de mi madre sin detenerse siquiera a mirarla.

—¿Eh...? A-adiós, tened cuidado. ¡Y no volváis tarde!

—¡Vale! ¡Te quiero!— vociferé ya desde la entrada y no tengo muy claro si me oyó.

Nos subimos en su coche a toda prisa y salió escopetada hacia la carretera.

—¿Puedes tranquilizarte?— repetí pero esta vez riéndome un poco.

—Imposible— y apretó con más fuerza las manos en el volante.

—Anna lo dejasteis hace más de un mes, deberías empezar a dejar de preocuparte por ese imbécil.

—No le insultes— me miró con pena— no es un imbécil.

—Vale... Un gilipollas entonces.

—¡Lydia!

Lo siento, vale, tal vez estaba siendo un poco dura de más, pero era cierto. Ese chico era un idiota que había enredado a mi mejor amiga en una relación tóxica y cuando por fin se aburrió de ella, la dejó sin más miramientos.

Así que sí, tal vez a veces era un poco criticona de más, pero estaba totalmente justificado, además, Anna era mi responsabilidad, si le pasaba algo yo debía de estar ahí para ayudarla, igual que sé que ella haría lo mismo conmigo.

Y si llueve, petricorWhere stories live. Discover now