𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟣𝟢

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Debió ser una desgracia que las cosas no fueran tan sencillas al inicio con mi don y es que para la mañana siguiente casi al amanecer, la presencia del gobernador Misael Borja invadió la estancia en donde él me hospedó.

—Espero haya obtenido una noche de descanso mucho más gratificante que las anteriores dentro de esta residencia.

—Así fue, gracias —nuestros modales no aliviaron la tensión en la atmósfera—. Espero por igual que su salud no se haya expuesto ante...

—No lo hizo —aclaró con prontitud Borja ante el hecho que permaneció indispuesto gran parte del día anterior por su supuesto conato de infarto que le provocó mi control.

De antemano supe que él ni su médico lo contemplaron como tal, sin embargo, con saberlo yo ya era razón suficiente para temerme a mi misma de todas formas posibles.

—Supongo que todas las emociones de la tarde de ayer repercutió a más de uno ¿no es verdad?

Su sonrisa forzada tras mi comentario me hizo saber que como cualquier fuerte, detestaba ser visto con vulnerabilidad, por lo que sus hombros se cuadraron, dejando muy atrás el pasado semblante del gobernador.

—Lamento haberle apuntado con esa daga —realmente no lo hacia del todo.

—Y yo el no creerle —sus pasos avanzaron un tanto más al marco de la división de las salas, pues como el gran noble que fue educado, no exceder el espacio de una dama desvalida y con camisón dentro de una alcoba era esencial—. Sabe, tuve la oportunidad de hablar con su hermano y pese que ha ofrecido más preguntas que respuestas, es sin duda Benjamín Tamos.

De alguna forma u otra logramos convencerlo. Para Borja, tenía sentido que René fuera un traidor que coordinó no solo el asesinato de Los Tamos, sino del secuestro de Benjamín por igual, pesé que la certeza de aquello último no fuera seguro para mí, ya que el rostro del exgobernador de Teya fue muy claro en cuanto a la estupefacción de encontrarlo vivo, sin embargo, el hecho de culparlo simplemente nos fue verdaderamente conveniente.

—¿Qué sucederá con el juicio público?

—Sin duda deberá de haber uno, pero no será público. Y bueno, en lo que respecta al juicio este será más bien un testimonio que estoy dispuesto a respaldar al igual que las palabras de su hermano durante la audiencia ayudará, ya que si usted es inocente entonces el resto también lo será, mi reina.

—¿Reina? —reí con sarcasmo—. Ambos sabemos que nunca fui su reina, mi señor. Usted ni nadie me debe su lealtad o respeto ni mucho menos devoción y es por eso que claudicaré como la regente de esta nación para que mi hermano tome el sitio al que siempre perteneció —vi sus ojos brillar tras tal afirmación—. Pero he de suponer que esta ayuda no solo se trata de ofrecerla sino de recibirla por igual de manera recíproca o ¿acaso he errado?

Sus alargados y rojos ojos se iluminaron ante la futura oferta que obtendría por los recursos que limpiarían mi fama junto con la de Ben incluida, pues tanto el menester como altos mandos bien podrían objetarle como inestable debido a su aparente pérdida de memoria ante su enclaustro.

—¿Qué propone? —sonó la tranquila y autoritaria voz de Borja, conservándonos en un duelo de miradas sostenidas por un par de segundos.

—Bueno, usted posee a una contendiente y yo a un hermano que muy pronto será rey ¿cierto?

La insinuación entre ambos fue concisa, aunque aun así él se hundió en un silencio cruzándose de brazos para ofrecer misterio, destinando un segundo a mirar la ventana y regresar nuevamente a mí. Supe de inmediato que era incorrecto agregar a mi hermano en aquella ecuación de emancipación de errores, pero era necesario asegurarme que su promesa se mantendría. Que no nos llevaría a una Inminente trampa dónde los últimos de los Tamos se sepultarían bajo las filas de sus reclutas dentro de su gobierno.

II. LA NACIÓN EN LLAMAS ♨Where stories live. Discover now