〔 Capítulo 6 〕

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jUaN: Nel, estoy ocupado puto.

Y con ese mensaje, se dispuso a salir del santuario, no tenía un rumbo fijo realmente, solamente caminaba y observaba a todos los habitantes de los pueblos, hasta que, curiosamente, sus pies se volvieron a dirigir de forma inconsciente al restaurante de pollos.

Y con ese mensaje, se dispuso a salir del santuario, no tenía un rumbo fijo realmente, solamente caminaba y observaba a todos los habitantes de los pueblos, hasta que, curiosamente, sus pies se volvieron a dirigir de forma inconsciente al restaura...

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Sería una mentira decir que no se había sorprendido cuando vio que, pese a aún conservar el camino pavimentado y prácticamente la entrada intacta, la ciudad que apenas el día anterior había visitado ahora era un cráter. Se notaba a leguas que había sido explotado, o que un tornado había arrasado por todo el lugar.
Sea lo que sea que haya pasado, pobre del idiota que se le haya ocurrido hacer esto.

Si a él casi lo mata el oso por fingir ser alguien que no era, no se podía imaginar lo que le esperaba al pobre diablo que haya pensado que molestarlo sería divertido.

Si bien era cierto que él no era alguien de meterse en problemas ajenos, más que nada porque no le afectaban en nada, también lo era que él era una persona curiosa, chismosa le dirían otros. Y pese a la clara amenaza que había recibido, nada le impidió volver a caminar dentro de los límites de la ciudad.

El restaurante estaba completamente destruido, lo único que quedaba eran las montañas de tierra que habían quedado de las explosiones. La estatua de oro construida para él seguía de pie, pero todo lo que vio días antes se había esfumado.
No había ni un rastro de que antes todo aquello fue una ciudad.

Y sintió un escalofrío de pensar hasta donde había escalado la guerra que le contaron que el argentino y el español habían iniciado.

Y hablando del argentino, sus ojos recorrieron todo el lugar hasta dar con él, encontrandolo de rodillas cerca de un cráter.

Juan se acercó con cautela, no queriendo provocar otro ataque a su persona; y al estar lo suficientemente cerca pudo ver que el argentino estaba abrazando algo. No podía distinguir desde su posición lo que sea que tuviera en brazos, pero no le dio tiempo a acercarse cuando el argentino se puso de pie y se giró, encontrándose cara a cara.

O algo así, esa fea máscara le impedía ver realmente su expresión.

"¿Qué tanto ocultas bajo la máscara, pollero?"

No fue hasta que dejó de divagar que el castaño notó finalmente lo que el híbrido tenía en sus brazos. Era el pequeño cadáver de un gato blanco, con sangre que manchaba su pelaje y algo de la ropa del oso.

Se sintió mareado por un segundo; okay, podía ser un loco y un desquiciado que no se tentaba el corazón a dispararle a quien sea que se le atravesara, pero esta imagen por alguna razón le revolvió el estómago.

El híbrido con las orejas abajo, apretando contra su pecho de forma maternal al animal, como si así pudiera protegerlo de todo lo que sucedía; realmente era una imagen que le desagradaba.

—¿Qué fue lo que pasó?— Se animó a preguntar.

—Creí haberte dicho que no quería volver a ver que ponías un pie en mi ciudad.— Y aunque Spreen intentó sonar lo más indiferente posible, al castaño le fue fácil distinguir que en esa voz que pretendía asustarlo se le notaba el dolor que estaba conteniendo.

No le respondió, simplemente caminó despacio hacia él, no quitando en ningún momento los ojos del animal que yacía muerto en sus brazos.
Una vez estuvo frente a él, volvió a preguntar.

—¿Qué fue lo que pasó.

Spreen dudó unos segundos, pero al final de todo necesitaba desahogar aunque sea un poco la rabia que estaba sintiendo.

—¿Vos qué crees?, el hijo de puta de Reborn me mató a Pelusa.

—¿Así la llamaste?

—Obvio, y era la mejor gata que pudiera existir.— Spreen se obligó a sí mismo a callarse, pues sintió que el nudo que sentía en el estómago pasaba a la garganta, y no señor, no le iba a permitir a nadie ver lo afectado que estaba por toda la situación.— Necesita una tumba.

Y sin siquiera esperar una respuesta, Juan observó desde su lugar al híbrido cavar un pequeño agujero cerca de la estatua de sí mismo, poner al animalito ahí y, finalmente, dejarle una flor al lado. Luego la enterró, y Juan podía jurar que lo vio darse un golpe en la pierna para reprenderse a sí mismo de llorar.

No le gustó ese gesto.

Se acercó a él, y aún si corría el riesgo de que le rompiera el brazo, tomó con cuidado el brazo del híbrido, demostrándole que, pese a no ser la compañía que tal vez quería, él estaba ahí.

Y Juan podía jurar que lo escuchó soltar un silencioso sollozo.

Tal vez él no le tenía aprecio a ningún animal, pero entendía por qué otras personas podían llegar a tenerlo; y la verdad es que la imagen que tenía del oso, intimidante y malvado, había sido distorsionada a la imagen de un híbrido que necesitaba pretender todo el tiempo que era más fuerte que el resto para evitar ser dañado.

Y Juan no dejó Spreenfield hasta que la noche cayó, y con ella, parecía que la tristeza del oso también. Sin embargo, hubo una mejora, o al menos así lo vio el de lentes, pues esta vez no se fue con una amenaza.

No, esta vez, Juan volvió al santuario con un "gracias".

〔Why'd It Have To Be Him?〕; SpruanWhere stories live. Discover now