15. Verano de los 17 años

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Por otro lado, yo no quería que mis padres lo conocieran, especialmente mi madre. No quería que me hiciera ningún comentario negativo sobre el tema. Mi relación con Joe era una de las partes más positivas de mi vida y no quería que ella lo intoxicara, así que lo mantuve en secreto hasta que llegó el verano.

Se los tuve que contar porque Joe me propuso ir a pasar una semana en El Monte. Él se iba a ir a París con sus padres, pero volvería a tiempo para poder venir a visitarme la última semana que pasaba con mis padres en El Monte. Yo estaba encantada, me emocionaba muchísimo la idea de que Joe conociera el lugar en donde pasaba todos los veranos desde pequeña. Me parecía absurdo que tuviera que buscarse un hotel cuando yo tenía la casa de verano y había más que suficiente espacio para que él pudiera quedarse.

Así que se los conté a mis padres. Primero a mi padre porque así operaba siempre. Le contaba a mi padre para que él lo supiera primero y escuchar su opinión, luego él se encargaba de ablandar un poco a mi madre para cuando yo tirara la bomba y luego él se ocupaba de hacerla cambiar de opinión y que cediera.

Por supuesto, mi madre estuvo completamente en contra de que se quedara "un desconocido" en nuestra casa. Nos costó mucho a mi padre y a mí convencer a mi madre y solo accedió si primero lo conocían antes ellos, lo que me pareció completamente lógico y me dió esperanzas, ya que sabía que Joe les iba a caer bien. Él era la persona más correcta y tranquila que podrían encontrar. Así que, cenamos primero en Wellington todos juntos.

Como suponía, Joe causó una muy buena impresión (aunque obviamente mi madre no lo admitió e incluso dijo que era demasiado serio) pero, más allá de eso, tenía el permiso para que Joe viniera a El Monte la última semana de vacaciones.

Era extraño pensar en Joe en El Monte con mis amigos, especialmente con Cole. Sabía que a él no le iba a caer bien y me daba ansiedad pensar en el momento en el que se conocieran, pero esperaba que no fuera tan dramático como mi mente me hacía creer que sería.

***

No sabía cuánto había echado de menos El Monte hasta que llegué. Me bajé de un salto del auto cuando vi que Cole ya estaba esperándome en la entrada de mi casa con una sonrisa.

Corrí hacia él y él me abrazó, me levantó en el aire y me hizo girar. Su cuerpo estaba mucho más alto y más duro que la última vez. Cuando me depositó en el suelo, lo miré sorprendida.

―Estás enorme ―le dije, asombrada.

Sentía que ahora Cole me llevaba mucha más altura que la última vez. Su cuerpo se había ensanchado y su rostro había perdido mucho de sus rasgos aniñados. Ahora tenía la mandíbula marcada y los pómulos altos. Estaba bronceado, lo que hacía que sus ojos dorados resaltaran más. Tenía el cabello castaño más largo que la última vez y, de hecho, creía que estaba utilizando una coleta mía para atárselo por atrás. El cabello apenas le llegaba para que pudiera hacerlo, pero le quedaba bien. Observé su cicatriz en el labio superior, incluso sus labios parecían más llenos que antes.

―Deja de babearte o tu novio me odiará ―bromeó Cole y noté que hasta su voz había cambiado. Estaba mucho más grave de lo normal.

Puse los ojos en blanco.

―Ya quisieras ―dije, dando un paso hacia atrás.

Mis padres bajaron del auto con los bolsos y saludaron a Cole con un abrazo. Me acerqué al auto para agarrar el mío, pero Cole se adelantó y lo agarró por mí. Mis padres y él se enfrascaron en una conversación acerca de las últimas novedades, sobre cómo iban los avances de Cole en el surf, cómo estaba su padre y la tienda, y si estaba disfrutando sus vacaciones antes del último año de instituto.

En cuanto pude, arrastré a Cole hacia mi habitación para hablar con él a solas. La conversación con mis padres era entretenida, sí, pero no veía a Cole hacía un año y quería estar con mi mejor amigo sin ellos en el medio.

Cerré la puerta de mi habitación y Cole arqueó las cejas.

―Vaya, eso de cerrar la puerta es nuevo.

Bueno, Joe ya había ido a mi casa y había cerrado la puerta, así que me imaginaba que mis padres no tendrían problema si lo hacía cuando estaba con mi mejor amigo.

Cole se acercó a mí y me dio un toque en la nariz.

―Y esto es nuevo ―dijo pasando con cuidado su dedo por mi piercing. Luego recorrió mi rostro con su mirada antes de volver a clavar la vista en mis ojos―. Y tienes más pecas que antes.

―¿Sí? ―Giré la cabeza para verme en el espejo que estaba colgado contra mi pared.

Cole puso sus manos bajo mi mentón e hizo que girara de nuevo mi cabeza para que volviera a mirarlo.

―Te eché de menos.

Tragué saliva. ¿Lo hizo? Es decir, sé que no estaba mintiendo, pero la verdad era que durante el año apenas sentí que Cole tuviera ganas de comunicarse conmigo, más aún en la segunda mitad del año; muchas veces veía los mensajes y no me contestaba y eso me molestaba un poco. Lo cual sabía que no estaba bien de mi parte. Era bueno que Cole estuviera tan ocupado con sus cosas, pero era la primera vez que lo sentía tan alejado de mí.

Deseaba que eso cambiara ahora que podíamos vernos en persona.

Cole dio un paso hacia atrás.

―¿Mañana vamos a ir a surfear? ―Vacilé, pero asentí. Ya me preocuparía por eso mañana―. ¿Estás lista para ver al mejor surfista que has visto en tu vida?

―¿Ryan viene a surfear con nosotros mañana? ―bromeé.

Cole alzó una ceja.

―Cuidado con lo que dices o me romperás el corazón ―Me reí y me acerqué a mi bolso para comenzar a quitar la ropa―. Mañana ven a mi casa por la mañana, así limpiamos tu tabla antes de bajar a la playa.

Fruncí el ceño porque parecía que se estaba despidiendo. De hecho, estaba más cerca de la puerta.

―¿Ya te vas? ―pregunté tratando de que mi incredulidad no se notara en mi voz. Acababa de llegar y siempre pasábamos el primer día juntos.

―Sí, debo ir a trabajar a la tienda. Hoy me toca por la tarde.

―Ah. ¿Ya no te dejan cambiar el turno? ―no puedo evitar decir. Sabía que su padre lo hubiese dejado cambiar el turno si él se lo pedía.

Cole pareció sorprendido ante mi pregunta. Tal vez no se le había ocurrido cambiarlo.

―Eh, sí... pero me olvidé de hacerlo con tiempo.

Lo miré por unos segundos y luego hice un ademán con la mano quitándole importancia, no era para tanto.

―¿Quieres que vaya para allí cuando termine de desempacar? ―ofrecí.

Cole negó con la cabeza.

―No te preocupes. Júntate con los chicos, luego nos vemos.

Sentí una oleada de decepción.

Traté de sonreír.

―Está bien, luego hablamos.

Cole sonrió y se acercó para abrazarme por última vez. Yo cerré los ojos y le correspondí el breve abrazo.

Y en ese momento me di cuenta de que sí, le creía que me había echado de menos, solo que no tanto como yo. 

Hasta el próximo veranoWhere stories live. Discover now