Luego de todo el desastre que fue para Juan el enterarse que era hijo del Profeta, sus poderes lo llevaron a otra dimensión.
¿Cuál es el problema de esto? Que en su mundo dejó a otro Juan, uno que está ahí para sembrar el caos.
『 - Se shipean cubito...
—Cuando el pueblo se entere mis bolas.— Le interrumpió, sacando de algúncajón de su escritorioun arma, ¿de dónde demonioshabía salido algo como eso?— Ustedes dos no van a hablar porque acá solo hay de dos: o se integran a la nuevasociedad o se mueren, es su elección.
—¿¡Pero qué clase de elección es esta!?— Fue el turno de Aroyitt de gritarle.—, ¡tú no tienes derecho a mantenernos como esclavos!
—¿Quién dijo que iban a ser esclavos?— Aquella simplepregunta bastó para que las tres chicas se quedaran sin palabras; vieron al oso suspirar y caminar hacia la ventana que habíadetrás de él, mirando cómo las calles de lo que antes era el Pueblo Naranja comenzaban a see pavimentadas para ser una ciudad real.—; escuchen, yo sé que no les agrado, y no puedo fingir que también me agradan, sobre todo después de lo que le hicieron a Mayichi. Pero esto es una nueva oportunidad para todos. Sin Xena, sin religiones, sin reglas sacadas del culo, son libres de hacer lo que les plazca.
—¡Pues lo que queríamos era irnos de aquí!
—¿A dónde exactamente?, ¿al bosque?; buena suerte, se las comerían vivas allí.
—¡No puedes mantenernos encerrados para siempre!
—Claro que puedo.
—¡No, no puedes! Podemos reconstruir el portal y largarnos de aquí.
—No les recomiendo hacer eso; si lo tocan las mato.
—¿¡Ves cómo si estamos todos encerrados aquí!?, ¿¡Carola a ti qué coño te pasa!?
—No sé cómo es que les comiste la cabeza, oso, pero esto no va a durar, no si hay gente que quiere detenerte.
—Che, ¿por qué tan agresivas?, yo todo lo que he hecho es para proteger el pueblo—
—Cállate. Dios, sólo cállate.
Cuando la voz de Mayichi fue escuchada en medio de esa discusión, todos pararon de hablar.
Habíanlágrimas siendo retenidas en sus ojos, y había estado apretando con tanta rabia los puños que apenas y podía sentir sus dedos.
Spreen sabía que para la castaña era difícilexpresarcualquier otro tipo de sentimiento que no fuera la felicidad, lo que le parecíaenfermizo pero le tocaba respetarla; por ello no dudó en ordenarle a Carola sacar a las otras dos y dejarlos hablar a solas. Sea como sea, Mayichi era su mejoramiga, y le seguía preocupando.
Una vez que en la oficina sólo se escuchaban los pequeños sollozos de la castaña, Spreen intentó acercarse a ella; pero no contaba con que la chica le tiraría un puñetazo a la cara, logrando sacarle la máscara y hacerlo retroceder por la impresión.
—¿¡Pero qué porongas te pasa!?
—¿¡A mí!?, ¿¡cuál es tu jodido problema!?; ¡eres un puto monstruo de lo peor!, ¿¡cómo te atreves a intentar manipularme a base de culpa!?
Spreen no dijo nada, tal vez fue por sentirse avergonzado de su intento por manipular a su amiga.
—Sé que no fue mi momento de mayor orgullopero—
—¡No!, ¡por una vez en tu vida tú te vas a callar la puta boca y me vas a escuchar a mí!— A este punto Spreen podía ver claramente cómo las lágrimas que amargamente su compañera intentaba ocultar se desbordaba sin pena por surostro, dejando su camino por el rostro de la chica.— Eres un jodido monstruo, nosatraparte a todos en una ciudad que nadie pidió tener todo porque no puedes llevar un duelo como alguiennormal. Eres un infeliz y espero te quedesasí de infeliz siempre; no merecías el amor de Juan y ahora no mereces la amistad de nadie... Ni siquiera la mía.
—Mayichi...
—No voy a irme, no porque te tenga miedo, oso, sino porque no voy a darte la satisfacción de matarme. Pero de mí no esperes un trato amable.
—¿Vas a dejarme por quienes se rieron de tu confianza?— Aquella pregunta la destanteó, pero no pensaba demostrarle quepodía volver a tener control sobre ella.
—No es problema tuyo. A partir de ahora solamente soy una ciudadana; yo no soy tu amiga, no soy tu confidente, no soy alguien importante en tu vida y tú tampocorepresentasnadaimportante para mí.
La castaña estaba dispuesta a irse, pero el fuerte agarre delhíbrido la detuvo.
—Mayichi, por favor.— No queríamirarlo, si lo hacía sabía que iba a desmoronarse. Pero no podíaecharse para atrás, así que lo encaró, y mientras veia su rostro notó que su amigo con quienveíapelículas tontas, hablaban de amoresimposibles y lloraban juntos ya no estaba. Por primera vez sólo vio a un empresario.
—Suerte con su ciudad, señor Spreen.
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Aquella historia no le había gustado para nada a Juan, pensar que, el mismo tipo que hasta hace pocas horas había casi ronroneado por la caricia que dio en su mejilla, era el mismo que había cometidos actos terribles era algo que simplemente no conectaba con su cerebro.
Aquella noche Juan no pudo pegar un ojo, no después de todo lo que había escuchado. Al final no había asistido al encuentro que el híbrido le había exigido; luego se las arreglaría con él.
Por ahora, Juan solamente podía agradecer que en su dimensión, Mayichi y Spreen no se veían como el tipo de amigos que se lastimarían de una forma tan personal; y agradecía internamente que esos dos fueran amigos, pues así como para Mayichi el golpe de su prometida fue un golpe duro y algo que probablemente era un secreto entre ellos, seguramente el argentino mantenía sus propios secretos con ella.