—Por supuesto... —digo con ironía.

—Tengo hambre. ¿Dónde anda tu sirvienta? Llevo días salivando a la espera de probar su comida... — vuelvo a enfocar atención en el contrato, otra vez.

—Hoy le cedí el día libre, tuvo un percance con su hijo.

—¿Un hijo? —pregunta con cierto asombro—. Según su currículo tiene 23 años. Es una madre muy joven.

—Pues sí, tiene un pequeño precioso y encantador —sonrió inconsciente —. La conocí la primera vez que la vi en persona. Gateaba mientras jugueteaba por este espacio... se veía cómodo. No andaba extrañado.

—Comprendo... de igual manera parecer raro, el que no te hubieras enojado, eres gruñón al momento de ver desconocidos en tu área privada.

—Es cierto —confirmó, los desconocidos no son de mi agrado, me considero recelo cuando intervienen en mi espacio personal. Ni siquiera mis hermanos tienen total acceso a mis cosas —, pero era solo un niño, no tenía malas intenciones...

―Buen punto. Pero, Enzo, sigo con hambre.... ―Resoplo normal en mi hermanita tener hambre, cuando no.

―Llamaré a un restaurante y pediré algo de comer. Solo para ti ¿contenta?

―Cuando llegue mi comida, si ―canturrea ―. Iré a recostarme un rato, presiento que dormiré algo tarde hoy ―dice pícara, por desgracia entendí la referencia.

―Es innecesaria esa información ―gruño.

―Relájate, Enzo, es algo básico de los humanos... ―me guiña un ojo mientras se retira. Resoplo entretanto resuelvo mi pelo. De una vez por todas desisto de leer el dichoso contrato, si consigo concentrarme como se debe, se lo referiré a mi hermano. Luego le pido los pormenores del mismo.

Llamo a mi restaurante favorito, pido raviolis de pollo con queso rostizado, junto con una ensalada de hongo y pesto, aquello saciará el hambre de Cara, de mi parte, con honestidad no poseo mucho apetito. Opto por recostarme un rato, tal vez se me disipe mi preocupación por Marie, aunque, no creo suceda. Subo a mi habitación, dejo mis zapatos a un lado.

Cierro mis ojos, al cabo de unos minutos, sucumbo al mundo de los sueños.

***

―Perdóname, pero... ya no te... amo ― mi alma se aprieta, formándose una opresión que hasta me corta por breves instante el aire. No doy crédito a lo que expulsa los labios que juraron amarme. Esos que se entrelazan con los míos con adoración.

― ¡Por Dios! ¡Cómo me lanzas esa frase, así como si nada! ―respiro profundo. Esto debe ser una broma, debe ser estrafalario. No puede ser verdad.

―Lo siento mucho, pero es la única forma de decírtelo. Te deje de amar, no siento nada por ti, más que cariño... ya mi corazón no late por ti. Perdóname, lo lamento mucho. Ya todo se terminó....

Me despierto exaltado mientras el sudor corre por mi espalda. Toco mi pecho, donde mi corazón late desbocado debido al sueño, que más bien fue un recuerdo veras de lo sucedido. El día que Cristal mató mi corazón del dolor. Paso por mi rostro mis manos, molesto, odio tener este tipo de sueños, que vienen a revivir las huellas de las heridas de mi alma.

Dios debo dar lastima.

Aún sigo sin superar un amor no correspondido. Diablos, esto ya no es sano.

Bufo, me impulso de mi cama a darme una ducha de agua caliente, ya tengo los músculos rígidos. Sobre todo debo alistarme para el cóctel. Respiro hondo, para calmarme. Solo fue un mal sueño. Inhalo y exhalo, mientras me repito pausadamente, era una pesadilla dolorosa, de lo ya vivido. Gruño mientras masculló una maldición. Entro al baño de una vez por todas.

Enzo Vitale |Vitale 1|Where stories live. Discover now