〘Capítulo 50〙

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Al instante empiezo a impacientarme, tengo que volver a casa y esperar por Hades. No sé qué demonios le ocurre, pero algo no está bien.

—Aaron —insisto, me hago hacia adelante pero él no dice absolutamente nada así que antes de colapsar de los nervios abro la puerta y salgo del automóvil con la intención de caminar hacia mi casa. No hay nadie en la calle, la gente está resguardada en sus hogares y yo estoy sola con él en medio de este lugar.

Y no sé si me agrada la idea.

Cierro la puerta con fuerza y camino un par de pasos antes de escuchar que la puerta se abre y con eso él me habla.

—Gianna, no te vayas, solo escúchame —dice a mis espaldas. Giro la cabeza para verlo venir caminando hacia mí. Niego con la cabeza y sigo adelante un par de pasos más, hasta que él me detiene—. Por favor.

Su mano fuerte está sobre mi brazo, y me sostiene con fuerza pero delicadeza a la misma vez. Veo sus ojos brillar, y tiene una expresión cercana al dolor como si algo estuviera rondando en su cabeza y luchara con dejarlo salir.

—Quiero ir a casa —insisto molesta pero a la misma vez presa de la confusión—. Tengo que irme a Italia.

Aaron exhala, y me mira con indecisión. Yo siento el dolor en él y no entiendo qué demonios ocurre. Sus dedos calientes dejan de hacer tanta presión, y miro por un instante sus manos tatuadas y con marcas de heridas cicatrizadas. Levanto la mirada para verlo, y él sigue observándome.

Es raro verlo en la noche, iluminados apenas por el faro de la calle. Él parece derrotado. Aaron Draven es un jodido enigma andante, uno del que quiero huir.

—Lo sé, es solo que... —su voz se va apagando. Tiro de mi brazo intentando huir, y no entiendo su juego.

Por un momento dice que quiere decirme algo, al otro instante se acobarda.

—Aaron, ya es tarde —lo digo con doble sentido, lo que sea que quiere decirme ya está. Ya pasó.

En ese momento suelta mi brazo y él y yo quedamos frente a frente, en medio de la oscuridad, en medio de este jodido pueblo. Mi corazón late fuerte, mis manos tiemblan y yo siento que no puedo controlar las emociones. Él en cambio se ve serio, cansado y con un atisbo de dolor en su mirada.

—Te mentí —murmura por lo bajo, y da un paso hacia mí. Mira mis ojos y veo que está inquieto. Me detengo a oír sus palabras y la curiosidad me puede—. Desearía poder odiarte...

Paso saliva y me quedo helada al oírlo decir eso, más aún cuando se acerca y veo su vulnerabilidad. Se detiene apenas a unos centímetros de mí, tan cerca que nuestros pies podrían rozarse. Tengo que ver hacia arriba para verlo a los ojos y él hace lo mismo por mí.

—Aaron... —intento cortarlo pero él niega con la cabeza, derrotado. No me toca, pero está suficientemente cerca como para que nuestro aliento se mezcle y sienta la calidez de su ser.

—No necesito que digas nada Gianna, ya sé que es tarde, pero tenía que decírtelo antes de que te vayas, antes de perder la oportunidad de decirte lo que siento por tí... —Su voz fuerte e imponente ahora es un susurro ronco, como si no quisiera que nadie más en el mundo supiera lo que me está diciendo—. Yo te he amado desde el primer momento en el que te ví y daría mi vida por tí si fuera necesario. Perdóname por todo el daño que te causé.

Sus ojos se empañan a medida que su voz empieza a salir entrecortada pero frunce el ceño, evitando que cualquier lágrima se empañe. Pasa saliva y aprieta la mandíbula, se ve fuerte aunque por dentro Aaron está roto.

Y mis emociones no saben qué hacer con lo que acaba de decirme.

—Leia me convenció de que tú tenías la culpa de todo y yo fui un imbécil, ella es mi familia, lo único que yo tengo y por protegerla dejé que me dañe a mí —reconoce observándome. Lo miro en silencio, y lo veo temblar, débil, como una presa herida.

El Juego de HadesWhere stories live. Discover now