Tiene la cabeza agachada, y por un momento pensé que se había cortado las venas, pero no. Él está serio, inexpresivo y perdido en sus pensamientos. Yo también lo estaría pero... Se lo merece.

—¿Qué mierda haces aquí? —inquiere él levantando la cabeza y mirándome una vez que el sonido de mis pasos lo distrajo.

Sus ojos marrones se posan en los míos, y veo su ceño fruncido y su expresión de enojo.

Me cruzo de brazos y me apoyo contra una columna.

—No me alegra verte así Aaron, deberías irte a descansar —sugiero observando sus reacciones.

Aaron ni siquiera hace una expresión, hasta que de pronto lo veo agachar la cabeza y empezar a temblar. Se sienta lentamente en el piso y llora, lo hace en silencio, un doloroso para él. Lo observo y medito si debería consolarlo.

Tiene razón en algunos puntos, el muy imbécil salvó mi vida. Pero era su trabajo, yo no le debo absolutamente nada. Sin embargo, el rastro de humanidad en mi me incita a acercarme y calmarlo.

Antes voy a la cafetería y vuelvo con un vaso de agua. No me cae bien, pero tampoco sería lindo que se muera acá. Sigue siendo una persona.

Vuelvo con el agua para encontrarlo en la misma posición. Cuando entro un hombre está por hacerlo pero me ve pasar. Parece que vio un fantasma porque se detiene a leer bien el cartel.

—Está clausurado —le digo y él con el ceño fruncido decide usar el de discapacitados. Sigo mi camino, y encuentro Aaron en la misma posición.

—Toma —digo tendiendo el agua. Aaron la sujeta y bebe de golpe. Se ve más tranquilo y no me conmueve mucho que digamos, pero quiero saber qué demonios pasó —. ¿Estás mejor? ¿Quieres más?

—No —me dice y yo suspiro. Me agacho y observo su rostro.

No entiendo el "amor de hermanos" porque yo no tengo, pero igualmente busco en mi cabeza la posibilidad de encontrar una justificación para lo que hicieron.

Tal vez no debería juzgarlos pero todo mundo lo hace. Al menos ahora entiendo por qué Leia era así conmigo, tantas veces diciéndome que me aleje de su hermano, sus problemas con Andrea y así sucesivamente. Leia y él tienen algo, por muy repugnante que me parezca.

—¿Seguro? —insisto.

—Ya vete —gruñe, poniéndose de pie y yo hago lo mismo—. Tus abuelos se van a dar cuenta que no estás.

—No soy un rehén Aaron, pero ya me voy —me giro sobre mis talones meditando todo esto. Y en ese momento siento que una presión me impide continuar.

Me giro y observo su mano izquierda sostener mi brazo, impidiéndome el continuar. Veo sus ojos rojos, inyectados en sangre y la humedad en sus pestañas, misma humedad que deja huella en sus mejillas.

—Gracias —murmura, y luego me suelta. Yo asiento con la cabeza y lo observo antes de irme.

—No te preocupes —me giro para irme pero sus voz me detiene nuevamente.

Muero de ganas de preguntarle si lo que ocurrió es real. Si lo de Leia es cierto, pero no puedo hacerlo. No me sale.

Hades tenía razón. No debo confiar en Aaron. Esto me lo demuestra. Pero... si Leia no estaba embaraza eso no significa que el bebé no era de él. Aaron no lo desmintió, y no me queda otra más que creer que sí es suyo.

Mierda, ¿Por qué no me sorprende?

—Gianna.

—¿Qué? —lo observo por el rabillo del ojo y él solo me observa pero niega con la cabeza y se vuelve hacia el espejo.

El Juego de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora