La visita inesperada.

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Los párpados de Sofía permanecían fijos en la pantalla luminiscente del ordenador, estaba trabajando en el caso del Sr. Belmont cuando el sonido de unos pequeños golpes en la puerta de su oficina la hicieron distraerse, estiró sus músculos con un movimiento de brazos y piernas y autorizó la entrada de la persona, una sonrisa se le formó en el rostro al ver de quien se trataba. Aldo Montaner, más que un compañero de trabajo se había convertido en su segundo padre, había sido su tutor en los años que estudiaba Derecho en la universidad, y gracias a sus recomendaciones  una vez graduada la habían aceptado en aquel prestigioso Bufete, por lo que estaría agradecida con él eternamente, sobre todo por haberle enseñado todo lo que sabía.

- Todavía trabajas - le preguntó el hombre de pelo canoso a la vez que se sentaba en el sillón de la esquina.

- Si, casi termino, tengo un juicio dentro de dos días y quiero que todo salga bien.

- Todo saldrá bien, eres demasiado buena en lo qué haces - afirmó Aldo con una mirada protectora.

- Lo dices porque me quieres como a una hija - bromeó la abogada.

- Lo digo porque es la verdad, ¿de quién es el caso?

- De Francisco Belmont, ¿te acuerdas que te hablé de él? - cuestionó Sofía, estaba segura que le había dicho, siempre se comentaban los casos, era una tradición que habían adquirido al pasar los años, al principio, Sofía lo hacía para buscar su aprobación, pero después fue él quien comenzó a compartir los suyos hasta que se volvió un hábito entre ellos.

- ¿El hombre que está acusado por asesinato porque mató a un ladrón? - preguntó Montaner  para asegurarse que hablaban del mismo.

- Si - confirmó Gil.

Francisco Belmont, era el cliente más reciente de Sofía, había contactado con ella hacía poco más de tres meses al ser encarcelado bajo los cargos de Asesinato Agravado. Según lo que le contó este a Sofía, encontró a un hombre robando en su casa, le había dado una paliza tan grande que paró en el hospital con heridas graves y desafortunadamente había muerto días después. La familia del fallecido, le había  interpuesto una denuncia y el Fiscal, en su papel de velador de la legalidad, lejos de comprenderlo le pedía al Tribunal una pena máxima de treinta años.

- Tienes el caso bien fundado, no creo que el juez vaya a dictar fallo a favor de la Fiscalía, en definitiva lo hizo en defensa propia, el nunca se imaginó que mataría al hombre.

Sofía pensaba lo mismo, es triste que le quiten la vida a alguien, pero en ese momento si Francisco no atacaba el que hubiera perdido la vida podría haber sido él, o su esposa.

- Eso espero - hizo una pausa al recordar algo y luego con tono acusador le dijo a su interlocutor - ¿no me habías dicho la semana pasada que ibas a tomar unas vacaciones? ¿qué haces aquí? Mary quería ir a una playa paradisiaca.

- De eso venía hablarte, bueno... no exactamente de eso - pasó de un tono carismático a uno serio.

- ¿Qué sucede? - se asustó Gil un poco.

- Mary y yo lo hemos hablado y decidimos que me jubilaré al terminar el año, ya son muchos años los que cargo en mi espalda y viene siendo hora que disfrute lo que he cosechado todo este tiempo.

El silencio retumbó en las cuatro paredes, a Sofía la noticia la tomó desprevenida, Aldo había sido su apoyo en el Bufete y su partida le dolería como a nadie allí, sin embargo, comprendía sus motivos, no podía ser egoísta.

- Si es esa tu decisión, cuenta conmigo... siempre.

Aldo se acercó a ella y la envolvió en sus brazos, Sofía era para su esposa Mary y para él la hija que nunca pudieron tener.

Una Vida ContigoWhere stories live. Discover now